Te envío a continuación el artículo soabre las muertas
de Juárez. Espero te pueda llegar bien.
P A N Y R O S A S
25 de mayo del 2004
Asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México
¿Por qué nos matan?
Graciela Atencio
Rebelión
ARTICULO
NOS MATAN POR SER MUJERES
Nos matan desde los inicios de la sociedad humana,
desde que quisimos construir un mundo sin jerarquías,
sin la supremacía de las guerras -génesis contra
natura de los pactos de convivencia pacífica-. Nos
matan desde que nos pusimos de pie e intentamos
proclamar una igualdad que nunca hemos alcanzado hasta
ahora. Nos matan en un presente perpetuo por la fuerza
bruta cuando, aún defendiéndonos en ese acto final, no
podemos evitar que nos arrojen por una ventana, nos
estrangulen, nos atropellen por la calle, nos den una
cuchillada, un balazo o un golpe preciso. Nos matan
simbólicamente millones de veces en una vida cuando
violan y vejan nuestro cuerpo o nos maltratan física y
psicológicamente. Cuando abusan sexualmente padres o
extraños siendo niñas. Nos matan cuando nos venden
como esclavas sexuales, nos obligan a ejercer la
prostitución o a ser objeto de la pornografía. Nos
matan cuando nos desplazan en las guerras, nos
secuestran para enrolarnos en los ejércitos o nos
violan sistemáticamente los distintos bandos que
participan en conflictos armados. Nos matan cuando
mutilan nuestros clítoris, nos obligan a engendrar
hijos o a parirlos o nos someten a una
heterosexualidad forzada. Nos matan cuando nos acosan
sexualmente en el trabajo, nos pagan menos que a los
hombres por igual desempeño o no reconocen nuestras
tareas de amas de casa como una labor remunerada. Nos
matan cuando a las campesinas nos prohíben ejercer
nuestro derecho a poseer la tierra o no nos dejan
heredarla. Nos matan cuando no nos permiten ir a la
escuela o a la universidad. O nos suprimen sutilmente
la posibilidad de estudiar cierto tipo de carreras.
Nos matan cuando no nos dejan acceder a puestos de
poder en la política, las fabricas, las empresas, los
medios de comunicación... Nos matan desde el Estado
cuando minimizan estas y otras tantas prácticas
femicidas. Nos matan desde la tiranía del lenguaje,
que, en su genérico, nos subsume al masculino y así,
hombres y m ujeres son hombres, a fin de cuentas las
mujeres empezamos a ser invisibles en el lenguaje. Nos
matan cuando colonizan nuestros cuerpos con finitos y
fracasados discursos del poder o con la hegemonía
androcéntrica de las ideologías.
El modelo del holocausto
Nos matan con distintos catálogos de la barbarie. Y
aunque en Ciudad Juárez se dan casi todo tipo de
prácticas femicidas, toleradas, amparadas y protegidas
por el estado mexicano, la urbe fronteriza ha
asimilado el catálogo más atroz: el modelo del
holocausto, que aniquila a mujeres de ciertas
características, operado con un funcionamiento similar
al de los campos de exterminio. Y no importa el número
de asesinadas y desaparecidas, reducir esas mujeres a
un número es cosificarlas doblemente. Importa la
maquinaria concentracionaria que funciona de manera
sigilosa, premeditada, organizada dentro de una
pirámide cuya cúspide es hermética y eficaz. En la
cima, empresarios y narcotraficantes, con el apoyo de
sicarios o asesinos en serie, celebran rituales de
placer en los que sellan pactos de fraternidad a
través de orgías sexuales, gestadas desde el secuestro
y el cautiverio de jóvenes mujeres, que luego violan,
torturan, mutilan y asesinan (el periodista y escritor
mexicano S erg io González Rodríguez documenta en
Huesos en el desierto, editorial Anagrama, 2002, una
profunda y detallada investigación que desenmascara el
vínculo de estos prominentes empresarios con los
crímenes; en esa misma línea, se inscribe el trabajo
de la periodista mexicano-estadounidense, Diana
Washington Valdez, en un libro de próxima aparición en
los Estados Unidos, Harvest of Women: A Mexican
Safari).
Por debajo están los incondicionales del sistema:
funcionarios de gobierno, hampones de poca monta y
varones asociados, que se hincan al absolutismo y las
funciones del campo impuestas por los amos: ser un
engranaje dentro de los circuitos de detección,
búsqueda, secuestro, cautiverio y tratamiento de los
cuerpos de las víctimas ya sin vida (luego
desaparecidos o arrojados en baldíos).
En cualquier política de exterminio, la aversión
contra un grupo determinado de personas, en este caso,
de mujeres, jóvenes, morenas y pobres, esconde, en
definitiva - como bien lo descubrió en carne propia
Primo Levi (Si esto es un hombre, Taurus, Muchnik
Editores, 2002)- la aversión de lo que es diferente a
los asesinos y sus cómplices. Esa 'otra' merece ser
eliminada. Merece ser perseguida, aterrorizada,
hostigada, usada, desechada, según la ideología de los
victimarios. Y aunque el hueco epistemológico y el
hoyo negro no permiten justificar este exterminio ni
ningún otro, la ideología superficial no les pertenece
a ellos ni a la máquina criminal, sino a la sociedad
que ha consentido y promovido la creación de
tecnologías encargadas de subestimar, humillar,
oprimir y matar a las mujeres. El estado totalizador
sólo se encarga de normalizar esas prácticas
secularizándolas en circuitos supuestamente cerrados y
ajenos a la sociedad. El estado avala la política de
exterminio. El estado sostiene la pirámide sobre la
que los señores del poder han diseñado su estructura
jerárquica. La pirámide a su vez, funciona como una
entelequia: se autorreg ula y permanentemente se va
delimitando a sí misma.
Circuitos protegidos por el estado que hacen rodar el
engranaje de toda la maquinaria, dirigidos por los
señores del poder. Dirigidos, no controlados. Porque
aunque los poderosos creen que controlan totalmente
las operaciones, en sus despliegues caciquiles hallan
líneas de fuga y caos.
En la base de la pirámide, un grupo se encarga de
buscar las jóvenes y de secuestrarlas; o un número
determinado de individuos las preselecciona y otro las
rapta: policías municipales o estatales, miembros de
pandillas o de clanes narcos asociados a los señores,
empleados de empresas vinculadas al narcolavado (hay
testimonios que involucran a personal de las escuelas
de computación ECCO, una cadena de zapaterías y la
tienda de discos, Paraíso Musical (ubicada en el
centro de la ciudad), en este proceso del engranaje.
Están los que hacen la tarea de la servidumbre:
cuidan, alimentan y supervisan el cautiverio de las
víctimas. ¿Dónde? Informes extraoficiales señalan que
los sitios han ido variando. No resulta difícil
inferir que las mantienen en casas especialmente
asignadas para el cautiverio y que éstas se van
reciclando y cambiando de paradero para esterilizar la
operación. Los que se deshacen de las mujeres: las
arrojan en baldíos, las entierran en cementerios
clandesti nos o usan técnicas macabras con el objetivo
de no dejar rastros de la existencia de sus cuerpos.
Estos hombres también pertenecen a la base de la
pirámide y se puede inferir por la jerarquización
estricta que hay dentro de las bandas de narcos y de
las castas de micropoder impuestas por los señores,
que no disponen del destino de las víctimas ni tienen
derecho a utilizarlas como objeto de placer.
En el circuito intermedio de la pirámide se encuentran
los que saben, consienten, protegen a los capos y dan
rienda suelta al círculo de la impunidad y de la
barbarie, con acciones quirúrgicas destinadas a
colocar otra puesta en escena desde donde amputan la
verdad y legitiman la mentira (y sino, ver el montaje
que la Procuraduría General de la República realizó
para atraer a seis casos de asesinadas, que en una
primera investigación, en abril de 2003, fueron
ligados al tráfico de órganos y luego se comprobó que
el testigo y los implicados, narraron una historia
infantil y ridícula, que olía a fabulación para
desviar una vez más la atención de la línea de
investigación que conducía al esclarecimiento de los
crímenes). Los amos también echan mano de los medios
de comunicación y de la publicidad pagada por el
estado; estos distraen y construyen una versión burda
del modelo de propaganda, basado en la minimización de
la patología social y en la supuesta eficacia del
gobierno en el combate al delito. Gobernadores del
estado de Chihuahua, el actual, Patricio Martínez y el
anterior, Francisco Barrio, miembros de la policía
municipal y estatal, miembros de la Procuraduría
General del Estado y de la Procuraduría General de la
República, jueces y oficiales de la justicia,
secretarios de estado del gobierno federal,
funcionarios allegados al presidente de la república,
Vicente Fox, editores y reporteros de publicaciones,
se funden en este circuito del engranaje. Los que dan
las órdenes y los que las obedecen llevan a cabo
operativos con guiones inverosímiles: borran pruebas
de los crímenes o fabrican falsas evidencias que
inculpan a 'chivos expiatorios'; persiguen, vigilan y
amenazan a familiares de las víctimas, a integrantes
de organizaciones de derechos humanos, a defensoras y
defensores legales; compran el silencio de testigos y
de familiares o los 'eliminan'; rompen o disuelven
asociaciones que buscan la justicia; crean nuevas
corporaciones encarg adas de administrar justic ia (la
fiscalía especial mixta, nacida a finales de enero de
2004) para tranquilizar a ongs extranjeras o a la
Organización de Naciones Unidas; o simplemente
informan a la sociedad chihuahuense sobre la leyenda
negra de Ciudad Juárez, que ¡ injustamente circula por
el mundo! En conjunto, institucionalizan el
oscurantismo, reciclan la solidez de la pirámide y de
la maquinaria concentracionaria. Y no importa que
cambien los presidentes, los gobernadores, los
secretarios de estado, los procuradores, los jueces,
los editores. En estos 11 años eso ya ha ocurrido y la
mafia narcofascista sigue ahí, detrás, ofreciendo una
dotación de billetes a funcionarios de anticuario o
advenedizos, digitalizando el proceso, la
automatización de la toma de decisiones, dosificando
la violencia, el terror y el control sobre la
población civil, generando más pobreza, más miseria,
más calamidad.
Es probable que los miembros de ambos segmentos de la
maquinaria represora que participan en estas tareas no
se consideren cómplices directos del femicidio. "La
fragmentación del trabajo suspende la responsabilidad
moral, aunque en los hechos siempre existen
posibilidades de elección por mínimas que sean",
explica en Pilar Calveiro (Desapariciones, Taurus,
2002), superviviente a un campo de concentración
argentino y estudiosa del fenómeno concentracionario.
La cúspide de la pirámide
"Se aprende más fácilmente a torturar que a describir
la tortura", esboza el dramaturgo alemán Heiner Müller
(Heiner Muller Reader: Plays, Poetry, Prose, Carl
Weber , Editor PAJ Books Series, 2001). Todos los que
forman parte de la pirámide lo hacen muy bien. Directa
o figurativamente. Pero algunos de ellos, los de la
cúspide, presidentes de corporaciones multinacionales,
ilustres empresarios locales cuyos nombres, homónimos
a los de sus abuelos o padres, han bautizado avenidas
o patrocinan 'planes estratégicos' de crecimiento de
la ciudad, obras de beneficencia y hasta alguna
organización no gubernamental que lucha contra la
violencia de género. Entremezclados entre gentes de
bien, presumen sus fortunas y su reputación,
originadas en preceptos tan primitivos como el saqueo
y la intimidación hacia los otros y las otras con
dinero o con pistolas.
El holocausto se multiplica con distintas performances
en varios lugares del planeta. Estamos a la deriva de
nosotras y nosotros mismos. Somos yos naufragados en
el océano civilizatorio. Siempre que el poder tenga la
razón se niega la condición humana.
República fascista de Salò, 1944, cuatro señores: un
presidente, un obispo, un juez y un hombre de negocios
se reúnen en un palacio. Previamente han ordenado
secuestrar a 16 adolescentes, ocho mujeres y ocho
varones. Atrapados en un escenario orgiástico, los
jóvenes serán sometidos a torturas y vejaciones
múltiples y sus vidas se convertirán en fetiches de
los capos del stablishment. Pier Paolo Pasolini
descuartiza en la película Salò o los 120 días de
Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975, DVD,
Bfi video Publishing, 2001 edition) una realidad
repulsiva y difícil de sobrellevar visualmente.
Enseña, desde su estética mórbida y provocativa, que
el horror se cuece en el centro mismo del poder,
porque "lo que mejor caracteriza a todo poder es su
natural capacidad de transformar los cuerpos en
cosas". Decepcionado de su país natal, el cineasta se
quejaba: "he terminado aceptando a Italia tal cual es
ahora. Un inmenso pozo de serpientes donde, salvo
alguna excepción y algunas míseras élites, todo es
serpientes, estúpidas y feroces, indiferenciables,
ambiguas, desagradables". La perspectiva androcéntrica
de Pasolini no escapa a su propia debilidad: reconocer
que el patriarcado nació también para convertir a la
violencia en un escudo, en un pilar que lo sostuviera.
Dice el guión de Salò en boca de los verdugos: "El
principio de toda grandeza en la tierra está bañado en
sangre".
¿Sirve de algo imaginar o tratar de reconstruir lo que
esos hombres hacen con esas jóvenes en sus mansiones,
en sus ranchos, en sus propiedades custodiadas por
aprendices de sicarios, o en casas destinadas
especialmente para los rituales? ¿Por qué seguir
llamándolo rituales cuando en realidad son sesiones de
tortura y asesinato, dictámenes de pena de muerte por
ser mujeres, pobres y con una vida por delante? ¿Por
qué tiene que ser una ilusión que los verdaderos
asesinos vayan a la cárcel y paguen con el repudio de
la sociedad a la que pertenecen? ¿Por qué el femicidio
de Ciudad Juárez o la matanza sistemática de mujeres
en Guatemala, El Salvador, Colombia y países de otros
continentes, no impactan en la opinión pública
internacional como la guerra de Irak, el conflicto
palestino-israelí o la amenaza del terrorismo
integrista?
El holocausto contra las mujeres, sólo por el hecho de
ser mujeres, siempre se ha asimilado de manera
natural...
El discurso dominante de periodistas, narradores,
publicistas, ingenieros de entertainment, cuando se
refieren a la violencia contra las mujeres, toman al
cuerpo femenino como "vaciadero de basuras",
receptáculo de la devoción por la sangre, de la
penetración sin consentimiento merecida. Las mujeres
nos topamos todos los días con decenas de íconos,
imágenes, figuras, símbolos que sacralizan la
violencia, le rinden pleitesía, la adoran, la
pontifican.
¿Por qué tenemos que seguir soportando que se nos
imponga la identificación de la violencia con los
victimarios?
Las madres de las asesinadas
En la reunión privada que madres de las víctimas
tuvieron con Irene Kahn, directora de Amnistía
Internacional, en agosto de 2003, en Ciudad Juárez, en
el marco de la presentación del informe Muertes
intolerables, solicitaron a la organización de
derechos humanos a la que ella representaba, algo que
iba más allá de encontrar a los culpables, la denuncia
del hostigamiento del gobierno o las dificultades
económicas que les impide vivir dignamente y contar
con recursos para sostener abogados de sus casos. "No
nos dejen solas", reclamaban. Pedían un acto amoroso.
No cuantificable. Y sin embargo, el estado y la
sociedad juarense las dejaron solas. Y solas -salvo
honrosas excepciones como las ongs Justicia para
nuestras hijas y Nuestras hijas de regreso a casa -
batallan. Y su batalla es la de todas y todos los que
no tienen voz en este mundo, de los que han sido
avasallados por la globalización, por la impiedad del
sistema.
Ninguna sociedad puede escapar a sus miserias. Tarde o
temprano la sociedad juarense y mexicana asumirán la
política de exterminio contra las mujeres como un
fenómeno universal y propio, nacido en sus entrañas.
La resistencia aún no es sólida. No hay indicios de
que colectivamente vaya a asumirse la violencia contra
las mujeres como un problema estructural, que en sus
extremos permite que un grupo de señores mate
sistemáticamente a mujeres y que el estado avale esa
práctica. La psicoanalista Laura Bonaparte, con siete
desaparecidos en su familia, madre de Plaza de Mayo,
línea fundadora, organización que denunció en la
década del '70 miles de desapariciones en Argentina,
analiza la situación en Juárez y advierte que "cuando
no se hace justicia, la sociedad enloquece de rencor y
desconfianza. Se incuba el miedo y se producen
trastornos, no sólo en los familiares directos sino en
toda la comunidad. Prevalece el egoísmo, la
indiferencia, la falta de solidaridad y esto final
mente provoca que la ciudadanía no se una para luchar
contra los genocidas".
Pero se empieza por el reconocimiento del horror. En
ese proceso, ¿nos iremos acercando a la salida?
Mientras tanto, en el aquí y ahora esas madres esperan
una contención afectiva y psicosomática por parte de
un sector mayoritario de los juarenses y no sólo de
grupos vinculados a los derechos humanos. No quieren
migajas de lástima...Desean que la comunidad y las
autoridades les den un trato respetuoso, añoran
movilizaciones multitudinarias exigiendo justicia,
pensiones económicas que les alcance para llegar a fin
de mes y que les facilite la lucha por encontrar a los
asesinos. Los juarenses no han comprendido aún que
esas muertas, esas desaparecidas, son sus muertas, sus
desaparecidas. El horror se palpita en cruces rosas,
levantadas donde fueron hallados los cuerpos de
algunas víctimas; en fotografías de niñas y jovencitas
pegadas sobre los postes de luz de las calles, con la
leyenda: "Se busca"; en el dolor de los rostros y las
miradas de esas madres, que no entienden la atrocidad
desplegada sobre los cuerpos de sus hijas y la
consecuente complicidad del poder; en la tr isteza
infinita de los familiares de las desaparecidas,
condenados a no hacer el duelo mientras no se
materialice el cuerpo de su ser querido; en la
"existencia provisional", eso que el psiquiatra Víctor
Frankl (El hombre en busca de sentido, Herder , 2001)
entendía como "pérdida del dominio de la vida dentro
del campo", que reduce la cotidianeidad de miles de
mujeres a sentirse presas potenciales de un secuestro,
una violación o un asesinato.
La iglesia católica repite sus consignas desde la
escritura y sanción del Maellus Maleficarum (El
martillo de las brujas) en 1448. Las autoridades
eclesiásticas mexicanas callan. Saben lo que algunas y
algunos conocemos acerca de los crímenes de mujeres.
Tendrán sus motivos para callar. La Santa Inquisición
sistematizó la primera política de exterminio de las
mujeres, el primer tope legal amparado por el estado
que nos pusieron para que no peligrara el patriarcado
(The age of sex Crime, Jane Caputi, Popular Press,
1987) . Habría que preguntarle a los profanadores de
la fe, ¿qué significan para ellos esas cruces rosas de
hijas sacrificadas en nombre del reino de Dios
diseminadas por la ciudad?
En Juárez, el mundo está hecho a imagen y semejanza no
de dios sino de una versión omnipotente y
sobredimensionada de aquellos varones que se erigen a
sí mismos dioses sobre la tierra. ¿O acaso los señores
no se sienten todopoderosos en su territorio cuando,
en noviembre de 2001, ordenan arrojar ocho cuerpos de
mujeres en un campo algodonero ubicado frente a las
instalaciones de la Asociación de Maquiladoras de
Ciudad Juárez? Su religión los preteje de los males
que fabrican. Ellos secuestran, violan y matan a esas
niñas y luego van a misa y hacen donativos de caridad
porque de todas maneras creen, como sostiene uno de
los personajes de la última película de Almodóvar La
mala educación que "dios está de nuestro lado".
Y la ciudad toda se vuelve un campo de concentración
donde los señores no sólo ensayan sus rituales,
también construyen otras formas de opresión y
engendran nuevos excluidos y excluidas.
Las que están vivas
- Evita calles oscuras y desoladas
- No hables con extraños
- Si crees que alguien te sigue, voltea. Si te siguen,
grita, cruza la calle y dirígete a una patrulla o a
lugares donde haya gente
- No vistas provocativamente
- Lleva un silbato
- Cuando salgas de tu casa deja dicho donde vas y a
que hora regresas
- Deja las luces de tu casa prendidas
- Pide a alguien que te espere en la parada del camión
o en la esquina de tu casa
- No aceptes bebidas de extraños
- Si sufres algún ataque no grites "Auxilio", grita
"Fuego", así más gente hará caso a tu llamado
- Lleva las llaves de tu auto o casa listas ya que si
las buscas hasta que llegues es momento propicio para
un ataque
- Si de algún auto te hacen alguna pregunta, mantente
a una distancia considerable para que no te jalen
hacia adentro
- Confía en tu instinto; si crees que algo no anda
bien o no te sientes segura, retírate del lugar o pide
ayuda
No te expongas a ser parte de las estadísticas; A la
policía Municipal le compete prevenir crímenes
Ayúdanos cuidándote
(Recomendaciones efectuadas por las autoridades de
Ciudad Juárez a las mujeres, en enero de 1995,
publicadas en tres anuncios en los periódicos El
diario y Norte. Tomado del ensayo Baile de fantasmas,
de María Socorro Tabuenca Córdoba, incluido en la
compilación Más allá de la ciudad letrada: crónicas y
espacios urbanos, Biblioteca de América, 2003.)
María trabaja por las noches en una cantina típica del
centro de Ciudad Juárez, en la que desfilan
narcotraficantes, sicarios y coyotes (traficantes de
humanos). Tiene 25 años y fue a buscarse un porvenir
al lugar donde han asesinado a más de 400 mujeres y al
menos entre 400 y 4000 han desaparecido en más de una
década. Se marchó de su ciudad natal, Chihuahua, a los
16: "Vine con mucha ilusión, conseguí empleo en la
maquila. Pero lo que ganaba, 45 pesos diarios (el
equivalente a cuatro dólares) no me alcanzaba para
vivir y pagarme la preparatoria...". De condición
humilde, sin amigos y sin familia, aceptó iniciarse
como cantinera a los 18. Para casi todas las
cantineras de Juárez es obligatorio usar minifaldas,
tacones y labios pintados de rojo carmesí: "el jefe
nos exige mostrar las piernas...los clientes toman más
cervezas y sino te los sacas de encima aunque te digan
cosas feas, más lana (dinero) entra a la caja".
Esparcidas en una ciudad en la que existen cinco canti
nas p or cada escuela, allí están ellas, decenas,
centenares, ofreciendo sus cuerpos por un ron o una
chela. María en realidad todavía conserva el sueño de
ser maestra. "Con mucho sacrificio me estoy
construyendo una casita y me compré un carro. Algún
día, si puedo, dejaré este trabajo. Tengo suerte
porque no me obligan a acostarme con hombres, otras
chavas la pasan peor". ¿Por qué?, pregunto: "No eliges
ser prostituta o vender esto -y señala su cuerpo,
quizá con el mismo desdén con el que lo han de tratar
sus clientes-. Como tampoco eligen las chavas que se
acuestan por una dosis de heroína. Aquí a la vuelta,
en la avenida Juárez te las encuentras a montones.Hay
que ser fuerte para soportar esta vida, y no todas
pueden -y se corrige- bueno, no todas podemos".
Doña Socorro, según sus compañeros de trabajo prepara
los mejores burritos de patata con chorizo del centro.
Cocinera y encargada de la limpieza de una pizzería en
la calle Mina, sus 52 años parecen estrujados por las
extensas jornadas laborales y un problema en la cadera
que la hace cojear. No se queja de lo que le ha
tocado: un marido que no bebe y regresa todos los días
a casa al que llama "mi señor", tres hijos adultos
"bien criados", dos chicos y una chica. Uno de ellos
es "su dolor en el pecho". El joven acaba de salir de
la cárcel por asalto a mano armada y no logra
recuperarse de una adicción a la heroína: "Estuvo
varios años preso, pero él roba nomás pa' comprarse la
droga". Socorro cambió de dios hace ya bastante
tiempo, decepcionada del catolicismo, se convirtió en
cristiana metodista y su fe es la que la mantiene en
pie. De sus hematomas en la cara y sus moretones en
los brazos no habla. Simplemente no contesta si le
preguntas. Hurgando en su interior, dic e que se ha
olvidado de ella misma. Transmite una lacónica
resignación: "Soy buena sirvienta, tengo claro que yo
nací para obedecer y mi señor y mi jefe para mandar".
Martha, después de haber perdido varios trabajos por
la crisis económica, hace dos días ha vuelto a ocupar
un puesto en la industria maquiladora, en la
subsidiaria de una corporación estadounidense de
automóviles. No sabe exactamente qué hace: "controlo
que una cajita de metal con piezas sueltas encaje bien
en la máquina...", tampoco ha pensado alguna vez que
nunca podrá adquirir uno de los tantos flamantes
ejemplares de coches cero kilómetro, para los cuales
ella ensambla una de sus piezas cada día. Fuera de la
fábrica, la espera un autobús desvencijado que la
llevará, durante el recorrido de casi una hora, a una
colonia peligrosa de las orillas de la ciudad. En
trayectos de similares características a los que ella
hace, han desaparecido mujeres que después fueron
localizadas muertas con signos de tortura y
estrangulamiento. Ojos negros, pelo azabache hasta la
cintura y una figura esbelta, delgada - como la de las
chicas que corresponden al perfil seleccionado por los
as esino s-, Martha tiene miedo pero no piensa en eso
que a veces la carcome por dentro. "Vivo en una casa
con tres puertas de entrada, pero igual me roban dos
veces al año. Ya no tienen ni qué robarme". El peligro
se acrecentó más, desde que enviudó hace dos años -a
los 19-. Ahora sólo cuenta con su madre y con ella
comparte la vivienda. En el fondo se siente
incompleta; dice: "Tendré que buscarme otro hombre que
me cuide". Saca de su bolso un recorte del periódico
El Mexicano que narra la crónica de los hechos: su
esposo fallecido murió en una balacera durante un
enfrentamiento de pandillas. También me muestra un
spray paralizante y unas tijeras: "Por si me quieren
hacer algo".
Ana es una niña de 12 años originaria de Ciudad
Juárez. Por las mañanas, a veces va a la escuela. Por
las tardes, empaqueta productos en bolsas de plástico,
en un supermercado de la calle Velarde. Come gracias a
las propinas que los compradores le dan. Los días
buenos, entre morralla y morralla junta 30 pesos
mexicanos. Parlanchina y simpática, no tarda en
acercarse: "Soy la menor de tres hermanas. Todas
trabajamos y completamos para pagar el alquiler. No me
gustan las matemáticas. Prefiero jugar en la calle. En
la escuela me aburro...". Después de varias citas
casuales, un día llega cabizbaja, llorando, sangrando
su trauma: "No puedo borrármelo de la cabeza, se me
aparece como una película y no se me va... No puedo
dormir ni comer, no puedo jugar, no quiero estudiar".
Su padrastro abusó de ella tres años atrás en
repetidas ocasiones. Comenzó con su hermana mayor,
siguió con la de en medio y acabó con Ana. De una a la
vez. "Cuando me traía regalos, sabía que ese día me
tenía que dejar". "Es como si me pasara ahorita
mismo". El relato sin puntos ni comas acaba con una
pregunta: "¿A ti cómo te pasó?". Intento meterme
dentro de la cabeza de la niña, hasta que me doy
cuenta que ella cree que todas las mujeres del mundo
nos iniciamos con la experiencia de una violación.
Semanas más tarde me entero de que su hermana mayor,
de 15 años, acaba de quedar embarazada y la que le
sigue, de 14, se prostituye con hombres mayores.
Desde que el gobierno estatal realizó esa primera
campaña de prevención, en el año '95, se produjeron
otros cientos de asesinatos. Y si bien las campañas en
general, han estado dirigidas a las potenciales
víctimas de los crímenes en serie, estos representan a
lo sumo el 30 por ciento del total de asesinatos
cometidos en algo más de una década. De los 400, la
mayoría fueron resultado de la violencia contra las
mujeres. A ver si asimilamos las cifras escandalosas:
el 70 por ciento de las mujeres asesinadas en el mundo
lo son a manos de sus parejas o exparejas.
La impunidad con la que actúan los hombres dentro de
sus casas en Juárez, es consecuente con las
tecnologías de la violencia utilizadas por los señores
del poder dentro de la maquinaria concentracionaria.
En ese proceso dialéctico, de retroalimentación de la
violencia en espacios públicos y privados, la fuerza
bruta fluye y busca justificarse en la propaganda
oficial. Aceptémoslo: el discurso del poder patriarcal
no ofrece para nosotras alternativas o espacios de
negociación para lograr la tan ansiada igualdad. Hay
que desmontar el patriarcado. Pero hay que empezar por
el discurso, por el lenguaje. Lo que dice entre líneas
el guión de la publicidad, explicado por la
investigadora del Colegio de la Frontera Norte
(Colef), María Socorro Tabuenca Córdoba: "Los tres
anuncios estudiados con anterioridad parecen insistir
en reforzar el código cultural de que las mujeres
estamos más seguras en casa y que los 'extraños' son
los únicos que nos pueden hacer daño", nos advierte
que, aun siendo mujeres adecuadas, sumisas e
imitadoras del modelo de 'María' (la madre de dios),
no estamos a salvo.
La premisa básica del terrorismo sexual es que no
estamos a salvo en ningún sitio. Ni en los espacios
públicos ni en los privados.
Necesitamos inventarnos un silbato interno que nos dé
otras herramientas para frenar la fuerza bruta.
El espectáculo patriarcal
Hasta hace unos años, en el organigrama del
narcotráfico, Juárez era un punto de tránsito de los
cargamentos de droga que se dirigían a Estados Unidos.
Los señores del poder en connivencia con forajidos de
turno y políticos, convirtieron a la ciudad en una de
las plazas más importantes del crimen organizado de
México y de América Latina. En la actualidad, además,
ostenta el segundo lugar del país en el consumo de
cocaína y heroína. El afamado y temido Cártel de
Juárez, junto a otros, se disputan la ciudad y las
rutas de tránsito de la droga. El narcomenudeo (venta
en pequeña escala) le ha usurpado una parte del
negocio al tráfico. Entre las postales cotidianas ves
cómo, por precios irrisorios, en silencio asesinan
varias generaciones de jóvenes: niños y adolescentes
deambulan en calles aledañas al centro o de colonias
marginadas; por dos dólares, a las 10 u 11 de la
mañana desayunan jeringas de heroína que les venden
escondidas en latas de gaseosa. Las cifras censuradas
habla n de 1000, 1200 picaderos (lugares donde se
expende la droga).
Según datos extraoficiales de la policía municipal,
600 pandillas pululan en la ciudad; 80 o 90 son
violentas y en algunas sus integrantes roban, violan y
matan mujeres, venden drogas; alimentan su poder
temporal con trifulcas, peleas y asesinato de los
adversarios de otras pandillas. Las más adaptadas a
las leyes antropofágicas dan apoyo logístico a
lugartenientes de grandes cargamentos de contrabando o
de drogas, encubren el reclutamiento de sicarios
'estrellas' que ofician como guardaespaldas o
asistentes personales de narcotraficantes y
empresarios.
La guerra de narcos provoca balaceras en lugares
públicos y a plena luz del día, ejecuciones por
doquier, secuestros, vendettas y desapariciones de
implicados en la mafia. 'El ajuste de cuentas' se
cobra siempre con una venganza. Y la venganza se
aquieta con una venganza mayor. Los códigos rígidos de
la barbarie se repiten una y otra vez. Los rituales
sangrientos que tienen como únicos protagonistas a
varones se perfeccionan y sofistican. Ellos ofrecen a
la sociedad el espectáculo patriarcal con un gran
despliegue de fuerzas, de energía letal, de sadismo
autoreconfortante. Se impone la normativa de la
virilidad irracional y hueca: "A ver quién es más
macho". "A ver quién es el más 'chingón', el más
cabrón".
La guerra de ellos es contra la vida. La nuestra es
sobrevivir a sus guerras.
Los cínicos minimizan el femicidio argumentando que
existe un patrón de criminalidad generalizado que
afecta a diferentes sectores de la sociedad. Anteponen
las cifras de cientos de varones ejecutados y otros
cientos desaparecidos -implicados directos en el
crimen organizado- en los últimos 11 años, que por
supuesto son más elevadas a las de las mujeres
asesinadas.
De los 4200 presos que habitan -hacinados- el Centro
de Readaptación Social para Adultos (Cereso) -cárcel-
de Juárez, menos del cinco por ciento son mujeres.
¿Por qué nosotras reaccionamos de manera distinta a la
opresión, la marginalidad, la exclusión, la pobreza? Y
no es por sumisión porque en todo caso la sumisión es
una exclusión más. ¿Cuándo empezaremos a reivindicar
socialmente nuestra entereza y estoicismo ante las
desgracias, las injusticias, la desigualdad?
Los opinólogos piden que se inunde la ciudad de
policías y se manden a construir más cárceles para
combatir el delito. Creen que copiando el modelo de la
'criminalización de la miseria', exportado por Estados
Unidos, que ha hecho de sus cárceles una industria de
importantes divisas y ha conseguido la estigmatización
de los pobres (el 15 por ciento de la población
estadounidense es negra pero los afroamericanos ocupan
más del 50 por ciento de las cárceles), se solucionará
el problema de la inseguridad.
Una sociedad que pretende madurar en sus niveles de
tolerancia no puede aspirar a dejar en manos de la
policía sus reglas de convivencia. Una comunidad que
confía su porvenir en las llamadas 'fuerzas del orden'
está destinada a ser una sociedad totalitaria.
El estado de Chihuahua -al que pertenece Ciudad
Juárez- el año pasado hizo una reforma al código penal
y se aumentaron los años de condena a los
delincuentes. Honoré de Balzac, en alguna historia de
La comedia humana, decía que "detrás de una gran
fortuna hay un crimen". Los delincuentes mayores, los
creadores y regeneradores de la desigualdad social:
¿cuándo pisarán una cárcel por sus crímenes masivos?
La farsa de esta democracia se consolida en un
escenario global virtual, el estado de derecho se ha
fugado, en el planeta nos gobierna una camarilla de
serpientes estúpidas, feroces y desagradables. No hay
más que ver las fotos de los candidatos a las próximas
elecciones de Juárez y el estado de Chihuahua...o las
de George Bush y Ariel Sharon celebrando holocaustos
de su autoría.
Las desechables de la maquila
El capital transnacional opera a través de centenares
de subsidiarias de corporaciones de Estados Unidos,
Canadá, Japón, Australia y países de Europa, que
encuentran en países como México paraísos fiscales y
mano de obra barata. En Juárez, la industria
maquiladora en la actualidad da trabajo a por lo menos
130.000 obreras. Desde que los crímenes contra mujeres
empezaron a producirse con un patrón, en el año '93,
esas multinacionales nunca tomaron acciones para
ofrecer mayor seguridad a sus empleadas ni han
presionado a las autoridades para que pusieran
vigilancia en las líneas de autobuses que las
transporta, o se crearan vehículos especiales para
trasladar a aquellas que viven en zonas de alto
riesgo. Las que son madres no cuentan con guarderías
para sus hijas e hijos y muchas de ellas se ven
obligadas a dejarlos solos o en la calle.
No existen leyes eficaces en el Estado de Chihuahua ni
en México, que las proteja del acoso sexual en el
ámbito laboral, de la discriminación por sexo o
maternidad, que las ampare de despidos arbitrarios,
indemnizaciones injustas por incapacidad física o
psíquica, bajos salarios, dobles y triples jornadas,
condiciones insalubres de trabajo...la lista resulta
interminable. Ellas representan al 60 por ciento de la
fuerza laboral pero dicho en palabras de la socióloga
juarense, también investigadora del Colef, Julia
Monárrez Fragoso: "Tanto mujeres como hombres somos
capital, somos mercancía: ¿qué valor tiene esa
mercancía que se paga con un salario tan bajo? Y un
salario cruzado por el género, porque las mujeres son
las que ocupan los puestos más bajos en la industria
maquiladora. Son las que quedan excluidas de los
puestos de remuneraciones más altas y las que no se
capacitan. ¿Para qué invertir en ellas si valen tan
poco?".
Minerva C., con experiencia en recursos humanos en
varias compañías, guarda un largo anecdotario en torno
a la situación de las mujeres en las maquilas: "Nadie
quiere hablar del alto consumo de drogas que hay
dentro de las naves industriales ni del negocio del
narcomenudeo. Los mismos empleados venden cocaína a
sus compañeros para poder soportar la presión laboral
o las dobles jornadas de trabajo. Las empleadas
sufren, además, abusos de otro tipo. Me tocó ver a
hombres con altos cargos jerárquicos que se 'rifaban'
a las jovencitas más guapas. Desde los vidrios
polarizados de las oficinas que daban a la planta
general las escogían y luego, en el mejor de los
casos, las acosaban sexualmente". Una colega
periodista de Norte, diario de Ciudad Juárez,
comentaba que en alguna ocasión le hablaron de "la
prueba del espejito (un chiste de humor negro)": si
una joven se acerca a pedir trabajo a la maquila, como
único requisito, le piden que impregne su aliento
sobre un espejo de ma no y si el espejo se empaña, es
admitida. Sólo basta que respire...¿Y qué del reguero
de sangre que dejan las corporaciones, con sus
fabricaciones en serie de objetos destinados al
consumo de los países del primer mundo? Con las reglas
del libre mercado, la vida vale más en los países
desarrollados que en los otros. ¿Cómo justificar que
una operaria u operario calificado de la Chrysler,
gane de 15 a 20 dólares la hora en Estados Unidos,
mientras que por el mismo puesto en Ciudad Juárez se
percibe un dólar con cincuenta? O que las vacas de
Europa reciban un subsidio diario de alrededor de dos
euros por cabeza, mientras que en México más de la
mitad de la población (al menos 50 millones de
habitantes) se alimenta con el equivalente de menos de
un euro diario. Las vacas criadas en los países ricos
consumen la mitad de la producción mundial de granos,
al mismo tiempo que más de 800 millones de personas
del planeta pasan hambre.
Si el cáncer tuviera una ideología, se basaría en un
principio: "Crecer por crecer". El consumo también se
fundamenta en crecer por crecer. Construido como uno
de los pilares del capitalismo en su fase terminal, se
resguarda en la bandera del desarrollo. En los últimos
30 años, el crecer por crecer del consumo nos ha
llevado a destruir casi un tercio del total de los
recursos naturales, según organismos internacionales,
entre ellos el World Conservation Monitoring Center
premeditado de otros seres vivos?
La ética de los civilizados
La opulencia colectiva enceguece. Adormece los
sentidos y amputa la expresión de las emociones. Los
habitantes de Estados Unidos representan al cuatro por
ciento de la población mundial, sin embargo consumen
el 25 por ciento de lo que se produce en el planeta.
Otro gran negocio deja ganancias de cientos de
millones de dólares al año: el tráfico de humanos. La
mafia de los 'coyotes, polleros o enganchadores'
enriquece a policías, funcionarios y autoridades
migratorias de ambas fronteras. De manera ilegal
cruzan a cientos de mujeres, hombres y niños a los
Estados Unidos. Algunos olvidados del sistema pierden
su vida en el intento. Pero no les importa correr el
riesgo. No 'buscan el sueño americano', tratan de huir
de la pobreza extrema, un apartheid que sólo les
ofrecerá miseria, hambre, maltrato, vejaciones.
Coinciden en una voz: "Prefiero morirme cruzando la
frontera que seguir así". Los que estamos a salvo de
esa pobreza no alcanzamos a comprender que ellas y
ellos ni siquiera pueden elegir la vida sino ciertas
formas de supervivencia.
Ciudad Juárez versus El Paso. Un alambrado, un puente,
un río, una valla, un muro, separan a dos sociedades
que aunque no se diferencian en nada por su DNA, la
dicotomía superficial que ve sólo por encima aquello
que se materializa sin ser desgajado, las clasifica
por opuestos: bienestar/miseria,
civilización/barbarie, imperio/periferia,
orden/desorden, pulcritud/suciedad. Basta cruzar la
frontera por cualquiera de los puentes internacionales
que comunican a Ciudad Juárez, con Estados Unidos por
El Paso, Texas, para olfatear en los agentes
migratorios del país del norte, la discriminación, el
desprecio, el autoritarismo de aquellos que se
consideran superiores al resto de los mortales.
Probablemente si hiciéramos una encuesta entre las y
los habitantes de El Paso, los resultados arrojarían
que la mayoría no encuentra una directa relación entre
su bienestar, confort y acceso a comprar objetos en
forma frenética, con que haya otras y otros que los
fabrican para ellos, trabaj ando como esclavos a pocos
kilómetros de sus casas. Tampoco relacionan el consumo
excesivo con la contaminación. Juárez cumple las
funciones de un basurero gigantesco de los Estados
Unidos. Cada día de manera legal o clandestina
ingresan automóviles, llantas y todo tipo de chatarra
que depositan y entierran allí. Los paseños resultan
los más entusiastas en convertir a Juárez en un centro
de transgresión a su larga lista de prohibiciones. Los
fines de semana, adolescentes 'gringos' de 15 a 20
años van a la ciudad mexicana, entre otras cosas, para
beber alcohol. En el país de las libertades no les
está permitido hacerlo antes de los 21 años, aunque a
los 18 los estimulan a enrolarse en el ejército, donde
les enseñan a usar un arma y a matar.
¿Cómo no va a necesitar Estados Unidos proveedores de
sus vicios, cuando registra los mayores índices en
consumo de drogas, pornografía, prostitución de
mujeres, niñas y niños? México limita con el imperio y
sufre el impacto de la opulencia y sus excesos.
¿Se puede esperar del gobierno de los Estados Unidos
colaboración y solidaridad en la resolución del
femicidio de Ciudad Juárez? Investigaciones del FBI
dieron indicios de que algunos de los asesinos tienen
ciudadanía estadounidense, son residentes o están al
mando de empresas con sede en aquel país ¿En qué
beneficia económicamente al imperio que atrapen a unos
señores, que no sólo controlan el gran tráfico de
drogas que se introduce por la frontera de Ciudad
Juárez, sino que también resguardan su patrimonio y
lavan decenas de millones de dólares anualmente en los
Estados Unidos, que provienen de la venta de drogas y
de sus monopolios? Es iluso creer que las autoridades
norteamericanas de primer nivel vayan a meter mano en
ese asunto. Con un impresionante despliegue digno del
presupuesto militar más elevado del mundo (equivalente
a los 25 presupuestos militares juntos de los países
que le siguen en importancia en el tablero
internacional), podrá invadir Irak en busca de pe tró
leo, pero no va a intervenir en su propia frontera por
un tema que desde el discurso imperialista considera
sin importancia. El sistema económico y político de
Estados Unidos protege subrepticiamente a los autores
y cómplices de los asesinatos de mujeres.
Deberíamos eliminar la palabra ética de los
diccionarios de todas las lenguas hasta no trocar una
ética fragmentaria, falsa, canalla por una
verdaderamente universal.
Los mixes, un pueblo indígena de Oaxaca, México,
consideran que hay dos maneras de ser rico: por la
acumulación de bienes o por la reducción drástica de
la necesidad. Nos resistimos desde los márgenes de la
exclusión impuesta por el centro del poder. ¿Hay
alguna otra alternativa a la vista?
El femicidio de Ciudad Juárez ha contagiado a otras
ciudades mexicanas: Chihuahua capital, Nogales,
Tijuana, León, Torreón, Guadalajara...No es casual que
en dichas ciudades se cobije al crimen organizado.
¿Estarán también señores del poder detrás de esos
crímenes? ¿Los mismos? ¿Se les habrá ocurrido a los
megalópatas transformar esos rituales en una fiesta
nacional? El narcofascismo en México ha tomado la
forma de todo lo corruptible y se ha mimetizado con la
codicia, cultivada por aquellos que creen en el
precepto: "A quien tiene le será dado y a quien no
tiene le será quitado".
Desde que organismos de derechos humanos y la opinión
pública nacional e internacional pusieron sus ojos
sobre Ciudad Juárez, los asesinos están alertas. Sus
nombren han circulado públicamente en México y en
muchísimos otros países. Ya no hay manera de borrar el
manto de duda que envuelve sus vidas. No tienen miedo,
saben que nunca irán a la cárcel. Pero, enojados
porque invadieron lo que ellos consideran sus
comarcas, sus feudos, han arremetido, por un lado, con
una campaña mediática en los medios locales y
nacionales a través de desplegados publicitarios que
atesoran no su inocencia, sino su poder económico y
por ende político. Por otro, desde la maquinaria
concentracionaria, han ordenado una nueva ola de
amenazas a defensoras y defensores de derechos
humanos, a familiares de las víctimas y a periodistas
que han seguido la línea de investigación que los
involucra en los crímenes. ¿Por qué no aceptan
declarar ante las autoridades lo que saben? ¿Por qué
los ha puesto t an nerv iosos el señalamiento que los
acusa de partícipes y autores de los asesinatos en el
marco de los mentados rituales?
En pocos días el gobierno mexicano hará anuncios
"espectaculares", según lo adelantado por la propia
Procuraduría General de la República, en torno a los
autores de lo crímenes de mujeres. ¿Pasará lo de
siempre? ¿Atraparán a unos policías y narcos de la
base de la pirámide o a 'imitadores', que copian el
modus operandi de los crímenes en serie y les
endilgarán asesinatos que no cometieron? Después de la
ejecución de la defensora de derechos humanos Digna
Ochoa, ocurrida el 19 de octubre de 2001, que el
gobierno maquilló con un suicidio, ¿Con cuál absurdo
volverá a poner en evidencia su burla a la democracia
y el avasallamiento de los derechos humanos?
Nosotras en movimiento
¿Por qué no llegar a la verdad a través de un proceso
conjetural y creativo? ¿Por qué no refugiarse en la
intuición en estado puro en lugar de la lógica chata
que sólo nos deja hablar de aquello que conocemos? La
realidad no es objetiva por quien la imponga ni
subjetiva por quien la interpreta de acuerdo a su
observación y su reflexión conciente. La realidad está
aquí y ahora para ser explorada, analizada,
desconstruida. ¿Sino cómo nos defendemos del poder y
de aquello que se quiere implantar a fuerza de dogmas,
falacias y ficciones psicopáticas? ¿Por qué no apelar
a una verdad reconstruida no por lo que vemos delante
de nosotros, sino por lo que hay detrás de lo que
vemos? El eclipse entre la razón y la irracionalidad
no dará respuestas pero nos obliga a replantear las
preguntas. No cobijemos la linealidad de
acontecimientos. Entendamos la realidad no por lo que
percibimos del contexto próximo, sino por esos hilos
invisibles e imperceptibles que sostienen y retroalime
ntan nu estros actos armonizados con el entorno más
amplio. La realidad tiene grietas y en esas grietas se
cuela la escisión entre el cuerpo y el espíritu, la
necesidad de establecer una jerarquía entre un
dominador-dominado, dominada (el meollo epistemológico
no está en obedecer sino en aceptar la obediencia como
una orden). ¿Por qué no atrevernos a leer la realidad
al revés o a trastocar su interpretación para
rescatarnos de las certezas? La realidad tiembla y en
esa incertidumbre constante que nos depara a cada
paso, nos alerta, nos susurra metáforas. Nos obliga a
asumir nuestra propia condición humana.
También se trata de reducir el miedo, de convertirlo
en un objeto de inspiración si es que intentamos
sobrevivir al terrorismo sexual.
Congelan sus destinos en el momento del secuestro.
Intentan extirparlas de la realidad. Les roban sus
sueños, les arrebatan sus pequeñas alegrías cotidianas
de gente sin ambición por el poder, sin codicia, sin
ansias de demostrar la virtud competitiva exigida por
el individualismo. Ellas quieren vivir su vida:
trabajar, estudiar, enamorarse, criar hijas e hijos,
transcurrir en el tiempo, envejecer.
Pero les toca conocer la atrocidad como última
experiencia vital. Y les seguirá tocando a muchas
mientras no confluyamos en una solidaridad expandida
desde una red social internacional, organizada por
mujeres que queramos ayudarlas para ayudarnos a
nosotras mismas.
Otro mundo es posible, con nosotras en movimiento, en
acción. ¿Tan desgarrador es asimilar el paradigma de
que nos matan por ser mujeres? No podemos seguir
viviendo en un duelo histórico permanente. ¿Qué nos
pasa? ¿Dónde estamos? Abandonemos la cárcel de la
apatía. Salgamos de las academias, las fábricas, los
laboratorios, las casas, las oficinas, los campos.
Unámonos. Atrevámonos a construir un nuevo movimiento
social.
La sombra de las asesinadas nos persiguen. Sus voces
son filosos aullidos en el panóptico de la
desesperación. Desesperar para comprender. Para
modificar la actitud del cuerpo. Respetar a las
víctimas. Hallar los resquicios de la belleza en el
dolor de la pérdida. Imaginar su entereza en ese
momento que precede a la muerte: ¿Sabes lo fuerte que
es una mujer para resistir la agresión hasta los
últimos instantes de su existencia, arrancándole vida
a la sangre, respiración a la asfixia, cicatriz a la
mutilación, dignidad a la violación? ¿Cómo se atreven
a considerarnos débiles? Desde esa supuesta debilidad,
hoy más que nunca hemos levantado nuestra voz para
reclamar el espacio que no nos han dejado ocupar.
Desde esa resistencia mortal estamos denunciando en
todos los países del planeta que la violencia machista
y misógina nos mata.
Nos matan por ser mujeres pero no tienen el poder de
quitarnos nuestra identidad, nuestra condición
femenina, nuestra elección por la vida.
Tal vez haya llegado la hora de rebelarnos a los
postulados del exterminio, de la negación del
otro-otra. Tal vez haya que tirar abajo las bases del
paradigma cartesiano.
Cerremos filas en contra de la agresión
institucionalizada con una acción planetaria conjunta.
Paralicemos la tierra con una resistencia pasiva en
contra del terrorismo sexual, de los ejércitos, de la
fabricación de armas de destrucción masiva, de las
mafias, de las naciones imperialistas, de la
concentración de la riqueza, de los fanatismos
supuestamente liberadores...
Dejen de matarnos. Desde los extremos y desde los
matices. En Ciudad Juárez y en todos los confines del
universo.
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Graciela Atencio Apuntes conjeturales y periodísticos
para una novela, abril de 2004. Escrito en solidaridad
con madres de víctimas, familiares de inocentes
encarcelados (los chivos expiatorios), activistas,
defensoras y defensores de derechos humanos, y
periodistas -y amigos-, que han sido hostigados,
torturados, amenazados de muerte, perseguidos o
vigilados en Ciudad Juárez, Chihuahua Capital,
Distrito Federal, El Paso (Texas) y San Francisco
(California).
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