08 marzo 2020

Bajo el matorral


Bajo el matorral, fue un poema 
Que escribí en el año 2004, vivía en otro país, 
Lejos, un día una amiga me invitó 
A una "tertulia de intelectuales" (puros hombres) la acompañé, estuve sin opinar todo el tiempo que duró la "tertulia" pero después me preguntaron: ¿de dónde eres, de qué parte de México? Con un poco de titubeos respondí: de Tijuana. De pronto tenía toda la atención de los "intelectuales" y uno de ellos (colombiano creo) me dijo: ¡Ah, de dónde matan mujeres! 
😩 Les aseguré que no, que no era Tijuana tal ciudad, sino ¡Ciudad Juárez!😱😳 con mucha vergüenza. 
Ese día, regresé a mi casa muy aturdida, me sentí devastada, cual Judas y con toda esa vergüenza por mi respuesta, escribí bajo el matorral.
Hoy 2020 no es Ciudad Juárez solamente, es todo el país. La diferencia es que las jóvenes de hoy, no se avergüenzan, se molestan, se enojan, se llenan de rabia y exigen justicia. 💪🏻💜


Alta Traición 


No amo mi patria. 
Su fulgor abstracto 
es inasible. 
Pero (aunque suene mal) 
daría la vida 
por diez lugares suyos, 
cierta gente, 
puertos, bosques de pinos, 
fortalezas, 
una ciudad deshecha, 
gris, monstruosa, 
varias figuras de su historia, 
montañas 
-y tres o cuatro ríos. 
José Emilio Pacheco 



Bajo el matorral
la impunidad arropa tu cuerpo
Sola
.......Mutilada
...................Putrefacta
..................................Mujer


Tus viseras gritan 
-eres/soy tú- 
Tus costras / mi impotencia 
Tu empolvado rostro / mi vergüenza 

Tu vagina por gusanos
penetrada mientras,
la patria con el llanto 
de infantes se masturba.

Esa que nos llena la boca
con juramentos y solo el hambre 
en nuestras tripas anida.

Indiferente yaces al morbo 
del mundo que te acecha, 
a la vida, la que ayer te 
ganabas y hoy te devora

No existe ya la loba 
que amamantó niños 
tus hijos buscamos 
entre serpientes leche.

Ya sobre tu pecho 
el desierto se posa
triunfante mi esperanza 
-sepulta. 

Alguien por ti preguntó 
tres veces te negué 
esperé el canto del gallo 
-no llegó- 

Ciudad Juárez, 
tan muerta,
como mi fe en ti-
Patria/ México/ Ramera. 

Nos matan por ser mujeres

Hace unos ayeres, por allá en el 2003, conocí al Padre Javier Prieto, Salesiano.
Durante esos años, a inicios del la decada del 2000s, el padre fue enviado de Tijuana a Ciudad Juárez, Chihuahua, para prestar su servicio comunitario como párroco en una de las sedes del proyecto Salesiano en aquella ciudad. 
En una ocasión que me encontré con él le pedí que me explicara sobre la situación de las mujeres muertas de Juárez. Le pregunté ¿Qué está sucediendo en Juárez? La información que nos llega me deja aún con muchas dudas, le expresaba yo. El se veía muy consternado sobre lo sucedía en su comunidad, era una persona consciente y estudiosa, indagaba en la temática. Me respondió con un artículo muy extenso donde me explicaba lo profundo de dicha problemática. Para mi él  es o fue, porque no supe más de él, una persona ejemplar, excelente ser humano y lleno de empatía. El padre Javier Prieto, se solidarizó con las madres, las amigas, las tías, las abuelas y todas las mujeres que buscaban en el desierto, debajo de los matorrales a sus hijas, hermanas, sobrinas, primas, amigas, a diferencia de otros sacerdotes y líderes religiosos que critican el movimiento feminista, que desestiman las marchas, la lucha, el dolor y la desesperación de las personas que están hartas ya de más de 20 años de feminicidios en nuestro país.
El artículo lo escribió Graciela Atencio, en conjunto con los familiares de las víctimas de Juárez.
Se titula NOS MATAN POR SER MUJERES. Copio y pego desde mi email la información que me proporcionó el Padre Javier Prieto hace ya casi 16 años, porque tenemos años con éste cáncer que como una metástasis ha cundido en toda la extensión de la república mexicana. 
  • javier prieto
    30 de junio de 2004 a las 14:46

    Te envío a continuación el artículo soabre las muertas
    de Juárez. Espero te pueda llegar bien.
    P A N  Y  R O S A S 

    25 de mayo del 2004

    Asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México

    ¿Por qué nos matan?
    Graciela Atencio
    Rebelión

    ARTICULO

    NOS MATAN POR SER MUJERES

    Nos matan desde los inicios de la sociedad humana,
    desde que quisimos construir un mundo sin jerarquías,
    sin la supremacía de las guerras -génesis contra
    natura de los pactos de convivencia pacífica-. Nos
    matan desde que nos pusimos de pie e intentamos
    proclamar una igualdad que nunca hemos alcanzado hasta
    ahora. Nos matan en un presente perpetuo por la fuerza
    bruta cuando, aún defendiéndonos en ese acto final, no
    podemos evitar que nos arrojen por una ventana, nos
    estrangulen, nos atropellen por la calle, nos den una
    cuchillada, un balazo o un golpe preciso. Nos matan
    simbólicamente millones de veces en una vida cuando
    violan y vejan nuestro cuerpo o nos maltratan física y
    psicológicamente. Cuando abusan sexualmente padres o
    extraños siendo niñas. Nos matan cuando nos venden
    como esclavas sexuales, nos obligan a ejercer la
    prostitución o a ser objeto de la pornografía. Nos
    matan cuando nos desplazan en las guerras, nos
    secuestran para enrolarnos en los ejércitos o nos
    violan sistemáticamente los distintos bandos que
    participan en conflictos armados. Nos matan cuando
    mutilan nuestros clítoris, nos obligan a engendrar
    hijos o a parirlos o nos someten a una
    heterosexualidad forzada. Nos matan cuando nos acosan
    sexualmente en el trabajo, nos pagan menos que a los
    hombres por igual desempeño o no reconocen nuestras
    tareas de amas de casa como una labor remunerada. Nos
    matan cuando a las campesinas nos prohíben ejercer
    nuestro derecho a poseer la tierra o no nos dejan
    heredarla. Nos matan cuando no nos permiten ir a la
    escuela o a la universidad. O nos suprimen sutilmente
    la posibilidad de estudiar cierto tipo de carreras.
    Nos matan cuando no nos dejan acceder a puestos de
    poder en la política, las fabricas, las empresas, los
    medios de comunicación... Nos matan desde el Estado
    cuando minimizan estas y otras tantas prácticas
    femicidas. Nos matan desde la tiranía del lenguaje,
    que, en su genérico, nos subsume al masculino y así,
    hombres y m ujeres son hombres, a fin de cuentas las
    mujeres empezamos a ser invisibles en el lenguaje. Nos
    matan cuando colonizan nuestros cuerpos con finitos y
    fracasados discursos del poder o con la hegemonía
    androcéntrica de las ideologías.

    El modelo del holocausto

    Nos matan con distintos catálogos de la barbarie. Y
    aunque en Ciudad Juárez se dan casi todo tipo de
    prácticas femicidas, toleradas, amparadas y protegidas
    por el estado mexicano, la urbe fronteriza ha
    asimilado el catálogo más atroz: el modelo del
    holocausto, que aniquila a mujeres de ciertas
    características, operado con un funcionamiento similar
    al de los campos de exterminio. Y no importa el número
    de asesinadas y desaparecidas, reducir esas mujeres a
    un número es cosificarlas doblemente. Importa la
    maquinaria concentracionaria que funciona de manera
    sigilosa, premeditada, organizada dentro de una
    pirámide cuya cúspide es hermética y eficaz. En la
    cima, empresarios y narcotraficantes, con el apoyo de
    sicarios o asesinos en serie, celebran rituales de
    placer en los que sellan pactos de fraternidad a
    través de orgías sexuales, gestadas desde el secuestro
    y el cautiverio de jóvenes mujeres, que luego violan,
    torturan, mutilan y asesinan (el periodista y escritor
    mexicano S erg io González Rodríguez documenta en
    Huesos en el desierto, editorial Anagrama, 2002, una
    profunda y detallada investigación que desenmascara el
    vínculo de estos prominentes empresarios con los
    crímenes; en esa misma línea, se inscribe el trabajo
    de la periodista mexicano-estadounidense, Diana
    Washington Valdez, en un libro de próxima aparición en
    los Estados Unidos, Harvest of Women: A Mexican
    Safari).

    Por debajo están los incondicionales del sistema:
    funcionarios de gobierno, hampones de poca monta y
    varones asociados, que se hincan al absolutismo y las
    funciones del campo impuestas por los amos: ser un
    engranaje dentro de los circuitos de detección,
    búsqueda, secuestro, cautiverio y tratamiento de los
    cuerpos de las víctimas ya sin vida (luego
    desaparecidos o arrojados en baldíos).

    En cualquier política de exterminio, la aversión
    contra un grupo determinado de personas, en este caso,
    de mujeres, jóvenes, morenas y pobres, esconde, en
    definitiva - como bien lo descubrió en carne propia
    Primo Levi (Si esto es un hombre, Taurus, Muchnik
    Editores, 2002)- la aversión de lo que es diferente a
    los asesinos y sus cómplices. Esa 'otra' merece ser
    eliminada. Merece ser perseguida, aterrorizada,
    hostigada, usada, desechada, según la ideología de los
    victimarios. Y aunque el hueco epistemológico y el
    hoyo negro no permiten justificar este exterminio ni
    ningún otro, la ideología superficial no les pertenece
    a ellos ni a la máquina criminal, sino a la sociedad
    que ha consentido y promovido la creación de
    tecnologías encargadas de subestimar, humillar,
    oprimir y matar a las mujeres. El estado totalizador
    sólo se encarga de normalizar esas prácticas
    secularizándolas en circuitos supuestamente cerrados y
    ajenos a la sociedad. El estado avala la política de
    exterminio. El estado sostiene la pirámide sobre la
    que los señores del poder han diseñado su estructura
    jerárquica. La pirámide a su vez, funciona como una
    entelequia: se autorreg ula y permanentemente se va
    delimitando a sí misma.

    Circuitos protegidos por el estado que hacen rodar el
    engranaje de toda la maquinaria, dirigidos por los
    señores del poder. Dirigidos, no controlados. Porque
    aunque los poderosos creen que controlan totalmente
    las operaciones, en sus despliegues caciquiles hallan
    líneas de fuga y caos.

    En la base de la pirámide, un grupo se encarga de
    buscar las jóvenes y de secuestrarlas; o un número
    determinado de individuos las preselecciona y otro las
    rapta: policías municipales o estatales, miembros de
    pandillas o de clanes narcos asociados a los señores,
    empleados de empresas vinculadas al narcolavado (hay
    testimonios que involucran a personal de las escuelas
    de computación ECCO, una cadena de zapaterías y la
    tienda de discos, Paraíso Musical (ubicada en el
    centro de la ciudad), en este proceso del engranaje.
    Están los que hacen la tarea de la servidumbre:
    cuidan, alimentan y supervisan el cautiverio de las
    víctimas. ¿Dónde? Informes extraoficiales señalan que
    los sitios han ido variando. No resulta difícil
    inferir que las mantienen en casas especialmente
    asignadas para el cautiverio y que éstas se van
    reciclando y cambiando de paradero para esterilizar la
    operación. Los que se deshacen de las mujeres: las
    arrojan en baldíos, las entierran en cementerios
    clandesti nos o usan técnicas macabras con el objetivo
    de no dejar rastros de la existencia de sus cuerpos.
    Estos hombres también pertenecen a la base de la
    pirámide y se puede inferir por la jerarquización
    estricta que hay dentro de las bandas de narcos y de
    las castas de micropoder impuestas por los señores,
    que no disponen del destino de las víctimas ni tienen
    derecho a utilizarlas como objeto de placer.

    En el circuito intermedio de la pirámide se encuentran
    los que saben, consienten, protegen a los capos y dan
    rienda suelta al círculo de la impunidad y de la
    barbarie, con acciones quirúrgicas destinadas a
    colocar otra puesta en escena desde donde amputan la
    verdad y legitiman la mentira (y sino, ver el montaje
    que la Procuraduría General de la República realizó
    para atraer a seis casos de asesinadas, que en una
    primera investigación, en abril de 2003, fueron
    ligados al tráfico de órganos y luego se comprobó que
    el testigo y los implicados, narraron una historia
    infantil y ridícula, que olía a fabulación para
    desviar una vez más la atención de la línea de
    investigación que conducía al esclarecimiento de los
    crímenes). Los amos también echan mano de los medios
    de comunicación y de la publicidad pagada por el
    estado; estos distraen y construyen una versión burda
    del modelo de propaganda, basado en la minimización de
    la patología social y en la supuesta eficacia del
    gobierno en el combate al delito. Gobernadores del
    estado de Chihuahua, el actual, Patricio Martínez y el
    anterior, Francisco Barrio, miembros de la policía
    municipal y estatal, miembros de la Procuraduría
    General del Estado y de la Procuraduría General de la
    República, jueces y oficiales de la justicia,
    secretarios de estado del gobierno federal,
    funcionarios allegados al presidente de la república,
    Vicente Fox, editores y reporteros de publicaciones,
    se funden en este circuito del engranaje. Los que dan
    las órdenes y los que las obedecen llevan a cabo
    operativos con guiones inverosímiles: borran pruebas
    de los crímenes o fabrican falsas evidencias que
    inculpan a 'chivos expiatorios'; persiguen, vigilan y
    amenazan a familiares de las víctimas, a integrantes
    de organizaciones de derechos humanos, a defensoras y
    defensores legales; compran el silencio de testigos y
    de familiares o los 'eliminan'; rompen o disuelven
    asociaciones que buscan la justicia; crean nuevas
    corporaciones encarg adas de administrar justic ia (la
    fiscalía especial mixta, nacida a finales de enero de
    2004) para tranquilizar a ongs extranjeras o a la
    Organización de Naciones Unidas; o simplemente
    informan a la sociedad chihuahuense sobre la leyenda
    negra de Ciudad Juárez, que ¡ injustamente circula por
    el mundo! En conjunto, institucionalizan el
    oscurantismo, reciclan la solidez de la pirámide y de
    la maquinaria concentracionaria. Y no importa que
    cambien los presidentes, los gobernadores, los
    secretarios de estado, los procuradores, los jueces,
    los editores. En estos 11 años eso ya ha ocurrido y la
    mafia narcofascista sigue ahí, detrás, ofreciendo una
    dotación de billetes a funcionarios de anticuario o
    advenedizos, digitalizando el proceso, la
    automatización de la toma de decisiones, dosificando
    la violencia, el terror y el control sobre la
    población civil, generando más pobreza, más miseria,
    más calamidad.

    Es probable que los miembros de ambos segmentos de la
    maquinaria represora que participan en estas tareas no
    se consideren cómplices directos del femicidio. "La
    fragmentación del trabajo suspende la responsabilidad
    moral, aunque en los hechos siempre existen
    posibilidades de elección por mínimas que sean",
    explica en Pilar Calveiro (Desapariciones, Taurus,
    2002), superviviente a un campo de concentración
    argentino y estudiosa del fenómeno concentracionario.

    La cúspide de la pirámide

    "Se aprende más fácilmente a torturar que a describir
    la tortura", esboza el dramaturgo alemán Heiner Müller
    (Heiner Muller Reader: Plays, Poetry, Prose, Carl
    Weber , Editor PAJ Books Series, 2001). Todos los que
    forman parte de la pirámide lo hacen muy bien. Directa
    o figurativamente. Pero algunos de ellos, los de la
    cúspide, presidentes de corporaciones multinacionales,
    ilustres empresarios locales cuyos nombres, homónimos
    a los de sus abuelos o padres, han bautizado avenidas
    o patrocinan 'planes estratégicos' de crecimiento de
    la ciudad, obras de beneficencia y hasta alguna
    organización no gubernamental que lucha contra la
    violencia de género. Entremezclados entre gentes de
    bien, presumen sus fortunas y su reputación,
    originadas en preceptos tan primitivos como el saqueo
    y la intimidación hacia los otros y las otras con
    dinero o con pistolas.

    El holocausto se multiplica con distintas performances
    en varios lugares del planeta. Estamos a la deriva de
    nosotras y nosotros mismos. Somos yos naufragados en
    el océano civilizatorio. Siempre que el poder tenga la
    razón se niega la condición humana.

    República fascista de Salò, 1944, cuatro señores: un
    presidente, un obispo, un juez y un hombre de negocios
    se reúnen en un palacio. Previamente han ordenado
    secuestrar a 16 adolescentes, ocho mujeres y ocho
    varones. Atrapados en un escenario orgiástico, los
    jóvenes serán sometidos a torturas y vejaciones
    múltiples y sus vidas se convertirán en fetiches de
    los capos del stablishment. Pier Paolo Pasolini
    descuartiza en la película Salò o los 120 días de
    Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975, DVD,
    Bfi video Publishing, 2001 edition) una realidad
    repulsiva y difícil de sobrellevar visualmente.
    Enseña, desde su estética mórbida y provocativa, que
    el horror se cuece en el centro mismo del poder,
    porque "lo que mejor caracteriza a todo poder es su
    natural capacidad de transformar los cuerpos en
    cosas". Decepcionado de su país natal, el cineasta se
    quejaba: "he terminado aceptando a Italia tal cual es
    ahora. Un inmenso pozo de serpientes donde, salvo
    alguna excepción y algunas míseras élites, todo es
    serpientes, estúpidas y feroces, indiferenciables,
    ambiguas, desagradables". La perspectiva androcéntrica
    de Pasolini no escapa a su propia debilidad: reconocer
    que el patriarcado nació también para convertir a la
    violencia en un escudo, en un pilar que lo sostuviera.
    Dice el guión de Salò en boca de los verdugos: "El
    principio de toda grandeza en la tierra está bañado en
    sangre".

    ¿Sirve de algo imaginar o tratar de reconstruir lo que
    esos hombres hacen con esas jóvenes en sus mansiones,
    en sus ranchos, en sus propiedades custodiadas por
    aprendices de sicarios, o en casas destinadas
    especialmente para los rituales? ¿Por qué seguir
    llamándolo rituales cuando en realidad son sesiones de
    tortura y asesinato, dictámenes de pena de muerte por
    ser mujeres, pobres y con una vida por delante? ¿Por
    qué tiene que ser una ilusión que los verdaderos
    asesinos vayan a la cárcel y paguen con el repudio de
    la sociedad a la que pertenecen? ¿Por qué el femicidio
    de Ciudad Juárez o la matanza sistemática de mujeres
    en Guatemala, El Salvador, Colombia y países de otros
    continentes, no impactan en la opinión pública
    internacional como la guerra de Irak, el conflicto
    palestino-israelí o la amenaza del terrorismo
    integrista?

    El holocausto contra las mujeres, sólo por el hecho de
    ser mujeres, siempre se ha asimilado de manera
    natural...

    El discurso dominante de periodistas, narradores,
    publicistas, ingenieros de entertainment, cuando se
    refieren a la violencia contra las mujeres, toman al
    cuerpo femenino como "vaciadero de basuras",
    receptáculo de la devoción por la sangre, de la
    penetración sin consentimiento merecida. Las mujeres
    nos topamos todos los días con decenas de íconos,
    imágenes, figuras, símbolos que sacralizan la
    violencia, le rinden pleitesía, la adoran, la
    pontifican.

    ¿Por qué tenemos que seguir soportando que se nos
    imponga la identificación de la violencia con los
    victimarios?

    Las madres de las asesinadas

    En la reunión privada que madres de las víctimas
    tuvieron con Irene Kahn, directora de Amnistía
    Internacional, en agosto de 2003, en Ciudad Juárez, en
    el marco de la presentación del informe Muertes
    intolerables, solicitaron a la organización de
    derechos humanos a la que ella representaba, algo que
    iba más allá de encontrar a los culpables, la denuncia
    del hostigamiento del gobierno o las dificultades
    económicas que les impide vivir dignamente y contar
    con recursos para sostener abogados de sus casos. "No
    nos dejen solas", reclamaban. Pedían un acto amoroso.
    No cuantificable. Y sin embargo, el estado y la
    sociedad juarense las dejaron solas. Y solas -salvo
    honrosas excepciones como las ongs Justicia para
    nuestras hijas y Nuestras hijas de regreso a casa -
    batallan. Y su batalla es la de todas y todos los que
    no tienen voz en este mundo, de los que han sido
    avasallados por la globalización, por la impiedad del
    sistema.

    Ninguna sociedad puede escapar a sus miserias. Tarde o
    temprano la sociedad juarense y mexicana asumirán la
    política de exterminio contra las mujeres como un
    fenómeno universal y propio, nacido en sus entrañas.
    La resistencia aún no es sólida. No hay indicios de
    que colectivamente vaya a asumirse la violencia contra
    las mujeres como un problema estructural, que en sus
    extremos permite que un grupo de señores mate
    sistemáticamente a mujeres y que el estado avale esa
    práctica. La psicoanalista Laura Bonaparte, con siete
    desaparecidos en su familia, madre de Plaza de Mayo,
    línea fundadora, organización que denunció en la
    década del '70 miles de desapariciones en Argentina,
    analiza la situación en Juárez y advierte que "cuando
    no se hace justicia, la sociedad enloquece de rencor y
    desconfianza. Se incuba el miedo y se producen
    trastornos, no sólo en los familiares directos sino en
    toda la comunidad. Prevalece el egoísmo, la
    indiferencia, la falta de solidaridad y esto final
    mente provoca que la ciudadanía no se una para luchar
    contra los genocidas".

    Pero se empieza por el reconocimiento del horror. En
    ese proceso, ¿nos iremos acercando a la salida?

    Mientras tanto, en el aquí y ahora esas madres esperan
    una contención afectiva y psicosomática por parte de
    un sector mayoritario de los juarenses y no sólo de
    grupos vinculados a los derechos humanos. No quieren
    migajas de lástima...Desean que la comunidad y las
    autoridades les den un trato respetuoso, añoran
    movilizaciones multitudinarias exigiendo justicia,
    pensiones económicas que les alcance para llegar a fin
    de mes y que les facilite la lucha por encontrar a los
    asesinos. Los juarenses no han comprendido aún que
    esas muertas, esas desaparecidas, son sus muertas, sus
    desaparecidas. El horror se palpita en cruces rosas,
    levantadas donde fueron hallados los cuerpos de
    algunas víctimas; en fotografías de niñas y jovencitas
    pegadas sobre los postes de luz de las calles, con la
    leyenda: "Se busca"; en el dolor de los rostros y las
    miradas de esas madres, que no entienden la atrocidad
    desplegada sobre los cuerpos de sus hijas y la
    consecuente complicidad del poder; en la tr isteza
    infinita de los familiares de las desaparecidas,
    condenados a no hacer el duelo mientras no se
    materialice el cuerpo de su ser querido; en la
    "existencia provisional", eso que el psiquiatra Víctor
    Frankl (El hombre en busca de sentido, Herder , 2001)
    entendía como "pérdida del dominio de la vida dentro
    del campo", que reduce la cotidianeidad de miles de
    mujeres a sentirse presas potenciales de un secuestro,
    una violación o un asesinato.

    La iglesia católica repite sus consignas desde la
    escritura y sanción del Maellus Maleficarum (El
    martillo de las brujas) en 1448. Las autoridades
    eclesiásticas mexicanas callan. Saben lo que algunas y
    algunos conocemos acerca de los crímenes de mujeres.
    Tendrán sus motivos para callar. La Santa Inquisición
    sistematizó la primera política de exterminio de las
    mujeres, el primer tope legal amparado por el estado
    que nos pusieron para que no peligrara el patriarcado
    (The age of sex Crime, Jane Caputi, Popular Press,
    1987) . Habría que preguntarle a los profanadores de
    la fe, ¿qué significan para ellos esas cruces rosas de
    hijas sacrificadas en nombre del reino de Dios
    diseminadas por la ciudad?

    En Juárez, el mundo está hecho a imagen y semejanza no
    de dios sino de una versión omnipotente y
    sobredimensionada de aquellos varones que se erigen a
    sí mismos dioses sobre la tierra. ¿O acaso los señores
    no se sienten todopoderosos en su territorio cuando,
    en noviembre de 2001, ordenan arrojar ocho cuerpos de
    mujeres en un campo algodonero ubicado frente a las
    instalaciones de la Asociación de Maquiladoras de
    Ciudad Juárez? Su religión los preteje de los males
    que fabrican. Ellos secuestran, violan y matan a esas
    niñas y luego van a misa y hacen donativos de caridad
    porque de todas maneras creen, como sostiene uno de
    los personajes de la última película de Almodóvar La
    mala educación que "dios está de nuestro lado".

    Y la ciudad toda se vuelve un campo de concentración
    donde los señores no sólo ensayan sus rituales,
    también construyen otras formas de opresión y
    engendran nuevos excluidos y excluidas.

    Las que están vivas

    - Evita calles oscuras y desoladas

    - No hables con extraños

    - Si crees que alguien te sigue, voltea. Si te siguen,
    grita, cruza la calle y dirígete a una patrulla o a
    lugares donde haya gente

    - No vistas provocativamente

    - Lleva un silbato

    - Cuando salgas de tu casa deja dicho donde vas y a
    que hora regresas

    - Deja las luces de tu casa prendidas

    - Pide a alguien que te espere en la parada del camión
    o en la esquina de tu casa

    - No aceptes bebidas de extraños

    - Si sufres algún ataque no grites "Auxilio", grita
    "Fuego", así más gente hará caso a tu llamado

    - Lleva las llaves de tu auto o casa listas ya que si
    las buscas hasta que llegues es momento propicio para
    un ataque

    - Si de algún auto te hacen alguna pregunta, mantente
    a una distancia considerable para que no te jalen
    hacia adentro

    - Confía en tu instinto; si crees que algo no anda
    bien o no te sientes segura, retírate del lugar o pide
    ayuda

    No te expongas a ser parte de las estadísticas; A la
    policía Municipal le compete prevenir crímenes
    Ayúdanos cuidándote

    (Recomendaciones efectuadas por las autoridades de
    Ciudad Juárez a las mujeres, en enero de 1995,
    publicadas en tres anuncios en los periódicos El
    diario y Norte. Tomado del ensayo Baile de fantasmas,
    de María Socorro Tabuenca Córdoba, incluido en la
    compilación Más allá de la ciudad letrada: crónicas y
    espacios urbanos, Biblioteca de América, 2003.)

    María trabaja por las noches en una cantina típica del
    centro de Ciudad Juárez, en la que desfilan
    narcotraficantes, sicarios y coyotes (traficantes de
    humanos). Tiene 25 años y fue a buscarse un porvenir
    al lugar donde han asesinado a más de 400 mujeres y al
    menos entre 400 y 4000 han desaparecido en más de una
    década. Se marchó de su ciudad natal, Chihuahua, a los
    16: "Vine con mucha ilusión, conseguí empleo en la
    maquila. Pero lo que ganaba, 45 pesos diarios (el
    equivalente a cuatro dólares) no me alcanzaba para
    vivir y pagarme la preparatoria...". De condición
    humilde, sin amigos y sin familia, aceptó iniciarse
    como cantinera a los 18. Para casi todas las
    cantineras de Juárez es obligatorio usar minifaldas,
    tacones y labios pintados de rojo carmesí: "el jefe
    nos exige mostrar las piernas...los clientes toman más
    cervezas y sino te los sacas de encima aunque te digan
    cosas feas, más lana (dinero) entra a la caja".
    Esparcidas en una ciudad en la que existen cinco canti
    nas p or cada escuela, allí están ellas, decenas,
    centenares, ofreciendo sus cuerpos por un ron o una
    chela. María en realidad todavía conserva el sueño de
    ser maestra. "Con mucho sacrificio me estoy
    construyendo una casita y me compré un carro. Algún
    día, si puedo, dejaré este trabajo. Tengo suerte
    porque no me obligan a acostarme con hombres, otras
    chavas la pasan peor". ¿Por qué?, pregunto: "No eliges
    ser prostituta o vender esto -y señala su cuerpo,
    quizá con el mismo desdén con el que lo han de tratar
    sus clientes-. Como tampoco eligen las chavas que se
    acuestan por una dosis de heroína. Aquí a la vuelta,
    en la avenida Juárez te las encuentras a montones.Hay
    que ser fuerte para soportar esta vida, y no todas
    pueden -y se corrige- bueno, no todas podemos".

    Doña Socorro, según sus compañeros de trabajo prepara
    los mejores burritos de patata con chorizo del centro.
    Cocinera y encargada de la limpieza de una pizzería en
    la calle Mina, sus 52 años parecen estrujados por las
    extensas jornadas laborales y un problema en la cadera
    que la hace cojear. No se queja de lo que le ha
    tocado: un marido que no bebe y regresa todos los días
    a casa al que llama "mi señor", tres hijos adultos
    "bien criados", dos chicos y una chica. Uno de ellos
    es "su dolor en el pecho". El joven acaba de salir de
    la cárcel por asalto a mano armada y no logra
    recuperarse de una adicción a la heroína: "Estuvo
    varios años preso, pero él roba nomás pa' comprarse la
    droga". Socorro cambió de dios hace ya bastante
    tiempo, decepcionada del catolicismo, se convirtió en
    cristiana metodista y su fe es la que la mantiene en
    pie. De sus hematomas en la cara y sus moretones en
    los brazos no habla. Simplemente no contesta si le
    preguntas. Hurgando en su interior, dic e que se ha
    olvidado de ella misma. Transmite una lacónica
    resignación: "Soy buena sirvienta, tengo claro que yo
    nací para obedecer y mi señor y mi jefe para mandar".

    Martha, después de haber perdido varios trabajos por
    la crisis económica, hace dos días ha vuelto a ocupar
    un puesto en la industria maquiladora, en la
    subsidiaria de una corporación estadounidense de
    automóviles. No sabe exactamente qué hace: "controlo
    que una cajita de metal con piezas sueltas encaje bien
    en la máquina...", tampoco ha pensado alguna vez que
    nunca podrá adquirir uno de los tantos flamantes
    ejemplares de coches cero kilómetro, para los cuales
    ella ensambla una de sus piezas cada día. Fuera de la
    fábrica, la espera un autobús desvencijado que la
    llevará, durante el recorrido de casi una hora, a una
    colonia peligrosa de las orillas de la ciudad. En
    trayectos de similares características a los que ella
    hace, han desaparecido mujeres que después fueron
    localizadas muertas con signos de tortura y
    estrangulamiento. Ojos negros, pelo azabache hasta la
    cintura y una figura esbelta, delgada - como la de las
    chicas que corresponden al perfil seleccionado por los
    as esino s-, Martha tiene miedo pero no piensa en eso
    que a veces la carcome por dentro. "Vivo en una casa
    con tres puertas de entrada, pero igual me roban dos
    veces al año. Ya no tienen ni qué robarme". El peligro
    se acrecentó más, desde que enviudó hace dos años -a
    los 19-. Ahora sólo cuenta con su madre y con ella
    comparte la vivienda. En el fondo se siente
    incompleta; dice: "Tendré que buscarme otro hombre que
    me cuide". Saca de su bolso un recorte del periódico
    El Mexicano que narra la crónica de los hechos: su
    esposo fallecido murió en una balacera durante un
    enfrentamiento de pandillas. También me muestra un
    spray paralizante y unas tijeras: "Por si me quieren
    hacer algo".

    Ana es una niña de 12 años originaria de Ciudad
    Juárez. Por las mañanas, a veces va a la escuela. Por
    las tardes, empaqueta productos en bolsas de plástico,
    en un supermercado de la calle Velarde. Come gracias a
    las propinas que los compradores le dan. Los días
    buenos, entre morralla y morralla junta 30 pesos
    mexicanos. Parlanchina y simpática, no tarda en
    acercarse: "Soy la menor de tres hermanas. Todas
    trabajamos y completamos para pagar el alquiler. No me
    gustan las matemáticas. Prefiero jugar en la calle. En
    la escuela me aburro...". Después de varias citas
    casuales, un día llega cabizbaja, llorando, sangrando
    su trauma: "No puedo borrármelo de la cabeza, se me
    aparece como una película y no se me va... No puedo
    dormir ni comer, no puedo jugar, no quiero estudiar".
    Su padrastro abusó de ella tres años atrás en
    repetidas ocasiones. Comenzó con su hermana mayor,
    siguió con la de en medio y acabó con Ana. De una a la
    vez. "Cuando me traía regalos, sabía que ese día me
    tenía que dejar". "Es como si me pasara ahorita
    mismo". El relato sin puntos ni comas acaba con una
    pregunta: "¿A ti cómo te pasó?". Intento meterme
    dentro de la cabeza de la niña, hasta que me doy
    cuenta que ella cree que todas las mujeres del mundo
    nos iniciamos con la experiencia de una violación.
    Semanas más tarde me entero de que su hermana mayor,
    de 15 años, acaba de quedar embarazada y la que le
    sigue, de 14, se prostituye con hombres mayores.

    Desde que el gobierno estatal realizó esa primera
    campaña de prevención, en el año '95, se produjeron
    otros cientos de asesinatos. Y si bien las campañas en
    general, han estado dirigidas a las potenciales
    víctimas de los crímenes en serie, estos representan a
    lo sumo el 30 por ciento del total de asesinatos
    cometidos en algo más de una década. De los 400, la
    mayoría fueron resultado de la violencia contra las
    mujeres. A ver si asimilamos las cifras escandalosas:
    el 70 por ciento de las mujeres asesinadas en el mundo
    lo son a manos de sus parejas o exparejas.

    La impunidad con la que actúan los hombres dentro de
    sus casas en Juárez, es consecuente con las
    tecnologías de la violencia utilizadas por los señores
    del poder dentro de la maquinaria concentracionaria.
    En ese proceso dialéctico, de retroalimentación de la
    violencia en espacios públicos y privados, la fuerza
    bruta fluye y busca justificarse en la propaganda
    oficial. Aceptémoslo: el discurso del poder patriarcal
    no ofrece para nosotras alternativas o espacios de
    negociación para lograr la tan ansiada igualdad. Hay
    que desmontar el patriarcado. Pero hay que empezar por
    el discurso, por el lenguaje. Lo que dice entre líneas
    el guión de la publicidad, explicado por la
    investigadora del Colegio de la Frontera Norte
    (Colef), María Socorro Tabuenca Córdoba: "Los tres
    anuncios estudiados con anterioridad parecen insistir
    en reforzar el código cultural de que las mujeres
    estamos más seguras en casa y que los 'extraños' son
    los únicos que nos pueden hacer daño", nos advierte
    que, aun siendo mujeres adecuadas, sumisas e
    imitadoras del modelo de 'María' (la madre de dios),
    no estamos a salvo.

    La premisa básica del terrorismo sexual es que no
    estamos a salvo en ningún sitio. Ni en los espacios
    públicos ni en los privados.

    Necesitamos inventarnos un silbato interno que nos dé
    otras herramientas para frenar la fuerza bruta.

    El espectáculo patriarcal

    Hasta hace unos años, en el organigrama del
    narcotráfico, Juárez era un punto de tránsito de los
    cargamentos de droga que se dirigían a Estados Unidos.
    Los señores del poder en connivencia con forajidos de
    turno y políticos, convirtieron a la ciudad en una de
    las plazas más importantes del crimen organizado de
    México y de América Latina. En la actualidad, además,
    ostenta el segundo lugar del país en el consumo de
    cocaína y heroína. El afamado y temido Cártel de
    Juárez, junto a otros, se disputan la ciudad y las
    rutas de tránsito de la droga. El narcomenudeo (venta
    en pequeña escala) le ha usurpado una parte del
    negocio al tráfico. Entre las postales cotidianas ves
    cómo, por precios irrisorios, en silencio asesinan
    varias generaciones de jóvenes: niños y adolescentes
    deambulan en calles aledañas al centro o de colonias
    marginadas; por dos dólares, a las 10 u 11 de la
    mañana desayunan jeringas de heroína que les venden
    escondidas en latas de gaseosa. Las cifras censuradas
    habla n de 1000, 1200 picaderos (lugares donde se
    expende la droga).

    Según datos extraoficiales de la policía municipal,
    600 pandillas pululan en la ciudad; 80 o 90 son
    violentas y en algunas sus integrantes roban, violan y
    matan mujeres, venden drogas; alimentan su poder
    temporal con trifulcas, peleas y asesinato de los
    adversarios de otras pandillas. Las más adaptadas a
    las leyes antropofágicas dan apoyo logístico a
    lugartenientes de grandes cargamentos de contrabando o
    de drogas, encubren el reclutamiento de sicarios
    'estrellas' que ofician como guardaespaldas o
    asistentes personales de narcotraficantes y
    empresarios.

    La guerra de narcos provoca balaceras en lugares
    públicos y a plena luz del día, ejecuciones por
    doquier, secuestros, vendettas y desapariciones de
    implicados en la mafia. 'El ajuste de cuentas' se
    cobra siempre con una venganza. Y la venganza se
    aquieta con una venganza mayor. Los códigos rígidos de
    la barbarie se repiten una y otra vez. Los rituales
    sangrientos que tienen como únicos protagonistas a
    varones se perfeccionan y sofistican. Ellos ofrecen a
    la sociedad el espectáculo patriarcal con un gran
    despliegue de fuerzas, de energía letal, de sadismo
    autoreconfortante. Se impone la normativa de la
    virilidad irracional y hueca: "A ver quién es más
    macho". "A ver quién es el más 'chingón', el más
    cabrón".

    La guerra de ellos es contra la vida. La nuestra es
    sobrevivir a sus guerras.

    Los cínicos minimizan el femicidio argumentando que
    existe un patrón de criminalidad generalizado que
    afecta a diferentes sectores de la sociedad. Anteponen
    las cifras de cientos de varones ejecutados y otros
    cientos desaparecidos -implicados directos en el
    crimen organizado- en los últimos 11 años, que por
    supuesto son más elevadas a las de las mujeres
    asesinadas.

    De los 4200 presos que habitan -hacinados- el Centro
    de Readaptación Social para Adultos (Cereso) -cárcel-
    de Juárez, menos del cinco por ciento son mujeres.
    ¿Por qué nosotras reaccionamos de manera distinta a la
    opresión, la marginalidad, la exclusión, la pobreza? Y
    no es por sumisión porque en todo caso la sumisión es
    una exclusión más. ¿Cuándo empezaremos a reivindicar
    socialmente nuestra entereza y estoicismo ante las
    desgracias, las injusticias, la desigualdad?

    Los opinólogos piden que se inunde la ciudad de
    policías y se manden a construir más cárceles para
    combatir el delito. Creen que copiando el modelo de la
    'criminalización de la miseria', exportado por Estados
    Unidos, que ha hecho de sus cárceles una industria de
    importantes divisas y ha conseguido la estigmatización
    de los pobres (el 15 por ciento de la población
    estadounidense es negra pero los afroamericanos ocupan
    más del 50 por ciento de las cárceles), se solucionará
    el problema de la inseguridad.

    Una sociedad que pretende madurar en sus niveles de
    tolerancia no puede aspirar a dejar en manos de la
    policía sus reglas de convivencia. Una comunidad que
    confía su porvenir en las llamadas 'fuerzas del orden'
    está destinada a ser una sociedad totalitaria.

    El estado de Chihuahua -al que pertenece Ciudad
    Juárez- el año pasado hizo una reforma al código penal
    y se aumentaron los años de condena a los
    delincuentes. Honoré de Balzac, en alguna historia de
    La comedia humana, decía que "detrás de una gran
    fortuna hay un crimen". Los delincuentes mayores, los
    creadores y regeneradores de la desigualdad social:

    ¿cuándo pisarán una cárcel por sus crímenes masivos?
    La farsa de esta democracia se consolida en un
    escenario global virtual, el estado de derecho se ha
    fugado, en el planeta nos gobierna una camarilla de
    serpientes estúpidas, feroces y desagradables. No hay
    más que ver las fotos de los candidatos a las próximas
    elecciones de Juárez y el estado de Chihuahua...o las
    de George Bush y Ariel Sharon celebrando holocaustos
    de su autoría.

    Las desechables de la maquila

    El capital transnacional opera a través de centenares
    de subsidiarias de corporaciones de Estados Unidos,
    Canadá, Japón, Australia y países de Europa, que
    encuentran en países como México paraísos fiscales y
    mano de obra barata. En Juárez, la industria
    maquiladora en la actualidad da trabajo a por lo menos
    130.000 obreras. Desde que los crímenes contra mujeres
    empezaron a producirse con un patrón, en el año '93,
    esas multinacionales nunca tomaron acciones para
    ofrecer mayor seguridad a sus empleadas ni han
    presionado a las autoridades para que pusieran
    vigilancia en las líneas de autobuses que las
    transporta, o se crearan vehículos especiales para
    trasladar a aquellas que viven en zonas de alto
    riesgo. Las que son madres no cuentan con guarderías
    para sus hijas e hijos y muchas de ellas se ven
    obligadas a dejarlos solos o en la calle.

    No existen leyes eficaces en el Estado de Chihuahua ni
    en México, que las proteja del acoso sexual en el
    ámbito laboral, de la discriminación por sexo o
    maternidad, que las ampare de despidos arbitrarios,
    indemnizaciones injustas por incapacidad física o
    psíquica, bajos salarios, dobles y triples jornadas,
    condiciones insalubres de trabajo...la lista resulta
    interminable. Ellas representan al 60 por ciento de la
    fuerza laboral pero dicho en palabras de la socióloga
    juarense, también investigadora del Colef, Julia
    Monárrez Fragoso: "Tanto mujeres como hombres somos
    capital, somos mercancía: ¿qué valor tiene esa
    mercancía que se paga con un salario tan bajo? Y un
    salario cruzado por el género, porque las mujeres son
    las que ocupan los puestos más bajos en la industria
    maquiladora. Son las que quedan excluidas de los
    puestos de remuneraciones más altas y las que no se
    capacitan. ¿Para qué invertir en ellas si valen tan
    poco?".

    Minerva C., con experiencia en recursos humanos en
    varias compañías, guarda un largo anecdotario en torno
    a la situación de las mujeres en las maquilas: "Nadie
    quiere hablar del alto consumo de drogas que hay
    dentro de las naves industriales ni del negocio del
    narcomenudeo. Los mismos empleados venden cocaína a
    sus compañeros para poder soportar la presión laboral
    o las dobles jornadas de trabajo. Las empleadas
    sufren, además, abusos de otro tipo. Me tocó ver a
    hombres con altos cargos jerárquicos que se 'rifaban'
    a las jovencitas más guapas. Desde los vidrios
    polarizados de las oficinas que daban a la planta
    general las escogían y luego, en el mejor de los
    casos, las acosaban sexualmente". Una colega
    periodista de Norte, diario de Ciudad Juárez,
    comentaba que en alguna ocasión le hablaron de "la
    prueba del espejito (un chiste de humor negro)": si
    una joven se acerca a pedir trabajo a la maquila, como
    único requisito, le piden que impregne su aliento
    sobre un espejo de ma no y si el espejo se empaña, es
    admitida. Sólo basta que respire...¿Y qué del reguero
    de sangre que dejan las corporaciones, con sus
    fabricaciones en serie de objetos destinados al
    consumo de los países del primer mundo? Con las reglas
    del libre mercado, la vida vale más en los países
    desarrollados que en los otros. ¿Cómo justificar que
    una operaria u operario calificado de la Chrysler,
    gane de 15 a 20 dólares la hora en Estados Unidos,
    mientras que por el mismo puesto en Ciudad Juárez se
    percibe un dólar con cincuenta? O que las vacas de
    Europa reciban un subsidio diario de alrededor de dos
    euros por cabeza, mientras que en México más de la
    mitad de la población (al menos 50 millones de
    habitantes) se alimenta con el equivalente de menos de
    un euro diario. Las vacas criadas en los países ricos
    consumen la mitad de la producción mundial de granos,
    al mismo tiempo que más de 800 millones de personas
    del planeta pasan hambre.

    Si el cáncer tuviera una ideología, se basaría en un
    principio: "Crecer por crecer". El consumo también se
    fundamenta en crecer por crecer. Construido como uno
    de los pilares del capitalismo en su fase terminal, se
    resguarda en la bandera del desarrollo. En los últimos
    30 años, el crecer por crecer del consumo nos ha
    llevado a destruir casi un tercio del total de los
    recursos naturales, según organismos internacionales,
    entre ellos el World Conservation Monitoring Center
    (www.unep-wcmc.org ) . ¿Eso no es un exterminio
    premeditado de otros seres vivos?

    La ética de los civilizados

    La opulencia colectiva enceguece. Adormece los
    sentidos y amputa la expresión de las emociones. Los
    habitantes de Estados Unidos representan al cuatro por
    ciento de la población mundial, sin embargo consumen
    el 25 por ciento de lo que se produce en el planeta.

    Otro gran negocio deja ganancias de cientos de
    millones de dólares al año: el tráfico de humanos. La
    mafia de los 'coyotes, polleros o enganchadores'
    enriquece a policías, funcionarios y autoridades
    migratorias de ambas fronteras. De manera ilegal
    cruzan a cientos de mujeres, hombres y niños a los
    Estados Unidos. Algunos olvidados del sistema pierden
    su vida en el intento. Pero no les importa correr el
    riesgo. No 'buscan el sueño americano', tratan de huir
    de la pobreza extrema, un apartheid que sólo les
    ofrecerá miseria, hambre, maltrato, vejaciones.
    Coinciden en una voz: "Prefiero morirme cruzando la
    frontera que seguir así". Los que estamos a salvo de
    esa pobreza no alcanzamos a comprender que ellas y
    ellos ni siquiera pueden elegir la vida sino ciertas
    formas de supervivencia.

    Ciudad Juárez versus El Paso. Un alambrado, un puente,
    un río, una valla, un muro, separan a dos sociedades
    que aunque no se diferencian en nada por su DNA, la
    dicotomía superficial que ve sólo por encima aquello
    que se materializa sin ser desgajado, las clasifica
    por opuestos: bienestar/miseria,
    civilización/barbarie, imperio/periferia,
    orden/desorden, pulcritud/suciedad. Basta cruzar la
    frontera por cualquiera de los puentes internacionales
    que comunican a Ciudad Juárez, con Estados Unidos por
    El Paso, Texas, para olfatear en los agentes
    migratorios del país del norte, la discriminación, el
    desprecio, el autoritarismo de aquellos que se
    consideran superiores al resto de los mortales.
    Probablemente si hiciéramos una encuesta entre las y
    los habitantes de El Paso, los resultados arrojarían
    que la mayoría no encuentra una directa relación entre
    su bienestar, confort y acceso a comprar objetos en
    forma frenética, con que haya otras y otros que los
    fabrican para ellos, trabaj ando como esclavos a pocos
    kilómetros de sus casas. Tampoco relacionan el consumo
    excesivo con la contaminación. Juárez cumple las
    funciones de un basurero gigantesco de los Estados
    Unidos. Cada día de manera legal o clandestina
    ingresan automóviles, llantas y todo tipo de chatarra
    que depositan y entierran allí. Los paseños resultan
    los más entusiastas en convertir a Juárez en un centro
    de transgresión a su larga lista de prohibiciones. Los
    fines de semana, adolescentes 'gringos' de 15 a 20
    años van a la ciudad mexicana, entre otras cosas, para
    beber alcohol. En el país de las libertades no les
    está permitido hacerlo antes de los 21 años, aunque a
    los 18 los estimulan a enrolarse en el ejército, donde
    les enseñan a usar un arma y a matar.

    ¿Cómo no va a necesitar Estados Unidos proveedores de
    sus vicios, cuando registra los mayores índices en
    consumo de drogas, pornografía, prostitución de
    mujeres, niñas y niños? México limita con el imperio y
    sufre el impacto de la opulencia y sus excesos.

    ¿Se puede esperar del gobierno de los Estados Unidos
    colaboración y solidaridad en la resolución del
    femicidio de Ciudad Juárez? Investigaciones del FBI
    dieron indicios de que algunos de los asesinos tienen
    ciudadanía estadounidense, son residentes o están al
    mando de empresas con sede en aquel país ¿En qué
    beneficia económicamente al imperio que atrapen a unos
    señores, que no sólo controlan el gran tráfico de
    drogas que se introduce por la frontera de Ciudad
    Juárez, sino que también resguardan su patrimonio y
    lavan decenas de millones de dólares anualmente en los
    Estados Unidos, que provienen de la venta de drogas y
    de sus monopolios? Es iluso creer que las autoridades
    norteamericanas de primer nivel vayan a meter mano en
    ese asunto. Con un impresionante despliegue digno del
    presupuesto militar más elevado del mundo (equivalente
    a los 25 presupuestos militares juntos de los países
    que le siguen en importancia en el tablero
    internacional), podrá invadir Irak en busca de pe tró
    leo, pero no va a intervenir en su propia frontera por
    un tema que desde el discurso imperialista considera
    sin importancia. El sistema económico y político de
    Estados Unidos protege subrepticiamente a los autores
    y cómplices de los asesinatos de mujeres.

    Deberíamos eliminar la palabra ética de los
    diccionarios de todas las lenguas hasta no trocar una
    ética fragmentaria, falsa, canalla por una
    verdaderamente universal.

    Los mixes, un pueblo indígena de Oaxaca, México,
    consideran que hay dos maneras de ser rico: por la
    acumulación de bienes o por la reducción drástica de
    la necesidad. Nos resistimos desde los márgenes de la
    exclusión impuesta por el centro del poder. ¿Hay
    alguna otra alternativa a la vista?

    El femicidio de Ciudad Juárez ha contagiado a otras
    ciudades mexicanas: Chihuahua capital, Nogales,
    Tijuana, León, Torreón, Guadalajara...No es casual que
    en dichas ciudades se cobije al crimen organizado.
    ¿Estarán también señores del poder detrás de esos
    crímenes? ¿Los mismos? ¿Se les habrá ocurrido a los
    megalópatas transformar esos rituales en una fiesta
    nacional? El narcofascismo en México ha tomado la
    forma de todo lo corruptible y se ha mimetizado con la
    codicia, cultivada por aquellos que creen en el
    precepto: "A quien tiene le será dado y a quien no
    tiene le será quitado".

    Desde que organismos de derechos humanos y la opinión
    pública nacional e internacional pusieron sus ojos
    sobre Ciudad Juárez, los asesinos están alertas. Sus
    nombren han circulado públicamente en México y en
    muchísimos otros países. Ya no hay manera de borrar el
    manto de duda que envuelve sus vidas. No tienen miedo,
    saben que nunca irán a la cárcel. Pero, enojados
    porque invadieron lo que ellos consideran sus
    comarcas, sus feudos, han arremetido, por un lado, con
    una campaña mediática en los medios locales y
    nacionales a través de desplegados publicitarios que
    atesoran no su inocencia, sino su poder económico y
    por ende político. Por otro, desde la maquinaria
    concentracionaria, han ordenado una nueva ola de
    amenazas a defensoras y defensores de derechos
    humanos, a familiares de las víctimas y a periodistas
    que han seguido la línea de investigación que los
    involucra en los crímenes. ¿Por qué no aceptan
    declarar ante las autoridades lo que saben? ¿Por qué
    los ha puesto t an nerv iosos el señalamiento que los
    acusa de partícipes y autores de los asesinatos en el
    marco de los mentados rituales?

    En pocos días el gobierno mexicano hará anuncios
    "espectaculares", según lo adelantado por la propia
    Procuraduría General de la República, en torno a los
    autores de lo crímenes de mujeres. ¿Pasará lo de
    siempre? ¿Atraparán a unos policías y narcos de la
    base de la pirámide o a 'imitadores', que copian el
    modus operandi de los crímenes en serie y les
    endilgarán asesinatos que no cometieron? Después de la
    ejecución de la defensora de derechos humanos Digna
    Ochoa, ocurrida el 19 de octubre de 2001, que el
    gobierno maquilló con un suicidio, ¿Con cuál absurdo
    volverá a poner en evidencia su burla a la democracia
    y el avasallamiento de los derechos humanos?

    Nosotras en movimiento

    ¿Por qué no llegar a la verdad a través de un proceso
    conjetural y creativo? ¿Por qué no refugiarse en la
    intuición en estado puro en lugar de la lógica chata
    que sólo nos deja hablar de aquello que conocemos? La
    realidad no es objetiva por quien la imponga ni
    subjetiva por quien la interpreta de acuerdo a su
    observación y su reflexión conciente. La realidad está
    aquí y ahora para ser explorada, analizada,
    desconstruida. ¿Sino cómo nos defendemos del poder y
    de aquello que se quiere implantar a fuerza de dogmas,
    falacias y ficciones psicopáticas? ¿Por qué no apelar
    a una verdad reconstruida no por lo que vemos delante
    de nosotros, sino por lo que hay detrás de lo que
    vemos? El eclipse entre la razón y la irracionalidad
    no dará respuestas pero nos obliga a replantear las
    preguntas. No cobijemos la linealidad de
    acontecimientos. Entendamos la realidad no por lo que
    percibimos del contexto próximo, sino por esos hilos
    invisibles e imperceptibles que sostienen y retroalime
    ntan nu estros actos armonizados con el entorno más
    amplio. La realidad tiene grietas y en esas grietas se
    cuela la escisión entre el cuerpo y el espíritu, la
    necesidad de establecer una jerarquía entre un
    dominador-dominado, dominada (el meollo epistemológico
    no está en obedecer sino en aceptar la obediencia como
    una orden). ¿Por qué no atrevernos a leer la realidad
    al revés o a trastocar su interpretación para
    rescatarnos de las certezas? La realidad tiembla y en
    esa incertidumbre constante que nos depara a cada
    paso, nos alerta, nos susurra metáforas. Nos obliga a
    asumir nuestra propia condición humana.

    También se trata de reducir el miedo, de convertirlo
    en un objeto de inspiración si es que intentamos
    sobrevivir al terrorismo sexual.

    Congelan sus destinos en el momento del secuestro.
    Intentan extirparlas de la realidad. Les roban sus
    sueños, les arrebatan sus pequeñas alegrías cotidianas
    de gente sin ambición por el poder, sin codicia, sin
    ansias de demostrar la virtud competitiva exigida por
    el individualismo. Ellas quieren vivir su vida:
    trabajar, estudiar, enamorarse, criar hijas e hijos,
    transcurrir en el tiempo, envejecer.

    Pero les toca conocer la atrocidad como última
    experiencia vital. Y les seguirá tocando a muchas
    mientras no confluyamos en una solidaridad expandida
    desde una red social internacional, organizada por
    mujeres que queramos ayudarlas para ayudarnos a
    nosotras mismas.

    Otro mundo es posible, con nosotras en movimiento, en
    acción. ¿Tan desgarrador es asimilar el paradigma de
    que nos matan por ser mujeres? No podemos seguir
    viviendo en un duelo histórico permanente. ¿Qué nos
    pasa? ¿Dónde estamos? Abandonemos la cárcel de la
    apatía. Salgamos de las academias, las fábricas, los
    laboratorios, las casas, las oficinas, los campos.
    Unámonos. Atrevámonos a construir un nuevo movimiento
    social.

    La sombra de las asesinadas nos persiguen. Sus voces
    son filosos aullidos en el panóptico de la
    desesperación. Desesperar para comprender. Para
    modificar la actitud del cuerpo. Respetar a las
    víctimas. Hallar los resquicios de la belleza en el
    dolor de la pérdida. Imaginar su entereza en ese
    momento que precede a la muerte: ¿Sabes lo fuerte que
    es una mujer para resistir la agresión hasta los
    últimos instantes de su existencia, arrancándole vida
    a la sangre, respiración a la asfixia, cicatriz a la
    mutilación, dignidad a la violación? ¿Cómo se atreven
    a considerarnos débiles? Desde esa supuesta debilidad,
    hoy más que nunca hemos levantado nuestra voz para
    reclamar el espacio que no nos han dejado ocupar.
    Desde esa resistencia mortal estamos denunciando en
    todos los países del planeta que la violencia machista
    y misógina nos mata.

    Nos matan por ser mujeres pero no tienen el poder de
    quitarnos nuestra identidad, nuestra condición
    femenina, nuestra elección por la vida.

    Tal vez haya llegado la hora de rebelarnos a los
    postulados del exterminio, de la negación del
    otro-otra. Tal vez haya que tirar abajo las bases del
    paradigma cartesiano.

    Cerremos filas en contra de la agresión
    institucionalizada con una acción planetaria conjunta.
    Paralicemos la tierra con una resistencia pasiva en
    contra del terrorismo sexual, de los ejércitos, de la
    fabricación de armas de destrucción masiva, de las
    mafias, de las naciones imperialistas, de la
    concentración de la riqueza, de los fanatismos
    supuestamente liberadores...

    Dejen de matarnos. Desde los extremos y desde los
    matices. En Ciudad Juárez y en todos los confines del
    universo.

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    Graciela Atencio Apuntes conjeturales y periodísticos
    para una novela, abril de 2004. Escrito en solidaridad
    con madres de víctimas, familiares de inocentes
    encarcelados (los chivos expiatorios), activistas,
    defensoras y defensores de derechos humanos, y
    periodistas -y amigos-, que han sido hostigados,
    torturados, amenazados de muerte, perseguidos o
    vigilados en Ciudad Juárez, Chihuahua Capital,
    Distrito Federal, El Paso (Texas) y San Francisco
    (California).

El título del blog es en honor a mi connacional poeta, Don Octavio Paz. ¿Motivo? continuar con la labor y tradición de divulgar lo que por allí se dice del otro lado del globo. Principalmente textos del alemán y algunos otros del inglés.
“¿Este volumen representa mis ideas y mis gustos? Sí y no. Versiones y diversiones, como su nombre lo dice, no es un libro sistemático ni se propone mostrar o enseñar nada. Es el resultado de la pasión y la casualidad. Por pasión traduje a Pessoa y a Michaux; por casualidad a algunos poetas suecos…” --Octavio Paz--